Hay, al menos, tres aspectos que nos interesan a la hora de elegir la lectura de Políticas de la Nueva Carne, subtitulado Calas filosóficas en la filmografía de David Cronenberg. En primer lugar, como es obvio: repasa la trayectoria del cineasta, no sólo fijándose en el canon de sus películas mayúsculas (ejemplos: Videodrome, Crash, Una historia de violencia…), sino también de sus cortos y de sus películas iniciales, menos conocidas y, en algunos casos, olvidadas (Transfer, Fast Company, etcétera), y sin olvidar su última entrega, esta vez literaria: la novela Consumidos, de reciente publicación en España. Cualquier cinéfilo, cualquier apasionado de la obra de David Cronenberg, cualquier adicto a las perversiones y a las enfermedades y a la degradación de la carne y a la alianza entre el hombre y la máquina, no debe perderse este libro.

En segundo lugar: Jorge Fernández Gonzalo es uno de los ensayistas-filósofos más interesantes y reconocidos del panorama literario español, alguien que ya puede codearse con Eloy Fernández Porta o Juan Francisco Ferré, por citar dos de los máximos exponentes del análisis cultural de este país. Basta con echar un vistazo a lo que hizo con Filosofía zombi, donde combinaba la cultura pop con el estudio de la tecnología y de la escritura sin renunciar nunca al entretenimiento para ofrecernos brillantísimas metáforas sobre la relación entre la ficción contemporánea y la sociedad actual. Y el tercer aspecto: estamos ante el tercer título de la colección de cine de Excodra Editorial, y por aquí ya hemos dejado nota de nuestro entusiasmo ante los títulos precedentes.

Jorge Fernández divide la obra de Cronenberg en dos etapas, claramente diferenciadas: la etapa teratológica (desde sus inicios en el cortometraje hasta el estreno de La mosca), formada por filmes donde imperan el género de terror y/o de ciencia-ficción; y la etapa perversa (que va de Inseparables hasta su último estreno, Mapa de las estrellas), determinada por historias en las que los efectos especiales y el terror se han ido diluyendo para que sean el inconsciente, las paranoias, la dualidad, la psicología o las perversiones el eje central de las inquietudes y desventuras de sus protagonistas. La primera etapa, según el autor, se formula a través de monstruos y materializaciones de lo siniestro. La segunda se configura mediante un movimiento que sigue siendo igualmente creativo, menos visceral pero sí más meditativo y más consciente de las armas que, con cierta ingenuidad a veces, habían aparecido previamente en su filmografía.

Uno de los grandes aciertos de este estudio es que el autor ha entendido perfectamente que la filmografía de Cronenberg (como la de cualquier artista que asume riesgos) es aún una obra en marcha y en periodo de prueba y experimentación. El director continúa explorando nuevas vías, nuevos caminos, nuevas propuestas sin renunciar a sus intereses y a sus obsesiones. Por eso, para Jorge no hay una etapa mejor ni otra peor, sino que lo entiende desde esa óptica evolutiva. Es frecuente encontrarse en la crítica de cine actual (y también entre los espectadores) un posicionamiento: parece que sólo le puede a uno gustar una fase creativa de Cronenberg, o la primera o la última, como si los artistas no obedecieran a un todo, a un proyecto en marcha. Se agradece esta comprensión, que a los fans del cineasta nos sirve de estímulo, y se agradece que Jorge Fernández sea un gran cinéfilo, que haya estudiado y comprendido al autor de Spider y eXistenZ, y que encuentre puntos de contacto y correspondencias entre la sociedad tardocapitalista actual, las posturas filosóficas de Žižek o Badiou y las películas del maestro que adaptó a algunos de los mejores y más polémicos autores de la literatura: William S. Burroughs, J. G. Ballard, Stephen King, Patrick McGrath, Don DeLillo.