Hace ahora un año recogíamos en este mismo blog un dato inquietante, el que nos alerta de que en algunas comunidades autónomas el consumo de agua envasada esté superando el de agua de grifo. Si esa tendencia siguiera al alza y llegase a generalizarse estaríamos ante un hábito de consumo absolutamente insostenible desde todo enfoque: tanto económico como medioambiental.

Pero es que, además de que un litro de agua envasada cuesta 250 veces más que un litro de agua del grifo y que la demanda de energía es 100 veces superior, muchos ciudadanos se han llevado las manos a la cabeza al enterarse de que el agua envasada no es ni mucho menos más segura que la que llega a nuestros hogares a través de las redes de distribución.

Hace unas semanas la noticia sobre el posible origen fecal de un virus que habría provocado un brote de gastroenteritis afectando a más de 4.000 consumidores de una famosa marca de agua envasada causaba auténtica conmoción en Cataluña. En aquel momento permanecimos en cautela.  

Pero ahora, tras los análisis y las conclusiones por parte de las autoridades sanitarias y de consumo, podemos asegurar que el brote de gastroenteritis que afectó a miles de personas y acabó con varias de ellas en el hospital fue causado por el consumo de agua envasada contaminada con restos fecales de origen humano.

Lo decíamos entonces y lo mantenemos ahora. Es probable que la calidad organoléptica de las aguas potables de consumo público pueda ser mejorable. El sabor a cloro, los malos olores y la coloración suelen ser las incidencias más comunes en el agua que sale por el grifo de casa, pero de ahí no pasa.

El agua potable que consumimos en nuestros hogares es uno de los productos más vigilados del mundo, pues antes de llegar a casa ha tenido que superar todos los controles que marcan las autoridades sanitarias de nuestro país, de la Unión Europea y los que determina la Organización Mundial de la Salud.

Desde su captación hasta que sale por el grifo el agua potable recibe un riguroso control para que sea buena para beber y nos llegue libre de contaminantes, con la debida carga de sales minerales y con una proporción de sustancias disueltas no superior a la determinada por la ley que regula la potabilidad de las aguas de consumo público.

Máxima confianza, pues, en beber agua del grifo. Eso es lo que vienen reclamando desde siempre las administraciones, las autoridades sanitarias, las compañías de aguas y las organizaciones de consumidores. Y de vez en cuando llegan noticias que les dan toda la razón.

Como subrayábamos en aquella ocasión el agua envasada es una bebida comercial tan segura que como el resto de refrescos que se comercializan en los establecimientos de nuestro país. Pero sin lugar a dudas el agua del grifo, esa agua que circula por las redes de distribución y que es sometida a un riguroso control sanitario, es la opción de consumo más segura, sostenible y saludable.