Cocinar con aceite de oliva es una de las costumbres más saludables de la dieta mediterránea. Ahora bien, una vez hemos cocinados los alimentos ¿qué hacemos con el aceite usado? Esta es una pregunta que se hacen muchos consumidores que, conscientes de que tirarlo por el desagüe no puede ser nada bueno para el medio ambiente, quieren encontrar una alternativa más responsable, limpia y ecológica, aunque sea un poco más incómoda.

El aceite de freír usado es uno de los residuos más habituales en la cocina. Cada día se generan miles de toneladas que conviene manipular de manera responsable, dado que su vertido incontrolado provoca el sobreesfuerzo de las estaciones depuradoras de aguas residuales y les resta eficacia. Eso en el supuesto de que no vaya a parar directamente al río, donde puede dar lugar a una de las formas de contaminación más perjudiciales para la vida acuática: la eutrofización de las aguas, un episodio de contaminación que no deja de aumentar en España, que nos ha costado cuantiosas multas por el incumplimiento de la Directiva Europea de Aguas y por el que Bruselas nos tiene desde hace años de cara a la pared.

Para ayudar a reducir este grave problema de contaminación de las aguas lo mejor que podemos hacer es dejarlo enfriar (muy importante) y después almacenarlo en garrafas de plástico habilitadas para tal efecto y convenientemente marcadas: los envases de suavizante vacíos son una buena opción, por poner tan solo un ejemplo. Una vez que la garrafa esta llena, y si no disponemos de un contenedor específico para la recogida de aceites vegetales fuera de uso, cada vez más comunes en gasolineras y centros comerciales, podemos llevarlo al punto limpio más cercano.

También podemos llegar a un acuerdo con el restaurante del barrio que tiene contratada la recogida selectiva de este residuo y llevarle nuestra garrafa de vez en cuando. Tanto una opción como otra son una buena manera de garantizar su vertido controlado y la posterior revalorización.

Cuando el aceite recuperado llega a las plantas de reciclaje es sometido a un proceso de refinado y eliminación de impurezas del que se obtiene un aceite reciclado de alto valor que se destina, por un lado la fabricación de jabones y productos cosméticos, y por otro a la producción de biocombustibles como el biodiesel que encontramos en buena parte de las gasolineras.

Ahora bien, también podemos probar de hacer jabón con el aceite de freír usado, como hacían antiguamente nuestros abuelos: todo un taller de reciclaje fácil de llevar a cabo y muy provechoso. Si queremos hacer la prueba existen numerosas recetas, a cual más ingeniosa, cómoda y práctica, en internet.