Hagamos un poco de memoria: en el año 2007 Lengua de Trapo publicaba una novela titulada Residuos (Remainder): un libro inclasificable y deslumbrante escrito por un tipo desconocido llamado Tom McCarthy (no confundir con el actor de The Wire, además de director de Spotlight y Vías cruzadas, entre otras). La escritura de McCarthy, sus referencias postmodernas y su prosa analítica, rigurosa, obsesionada con los detalles y los registros tecnológicos del mundo contemporáneo, nos sedujo a muchos. Pero, al parecer, no a tantos como para que alguien siguiera traduciendo sus obras en España. El mismo año de Residuos, la editorial El Tercer Nombre publicó su ensayo Tintín y el secreto de la literatura, la mejor llave para acceder al universo de Hergé. Y no olvidemos que C. fue traducida al gallego en 2011. Casi 10 años después de aquella primera novela, José Luis Amores se ha propuesto traducir y editar en Pálido Fuego los libros que faltaban de Tom McCarthy. Alguien tenía que hacerlo. Alguien tenía que difundir esta absorbente, extraordinaria obra.

Porque la literatura de este autor es fascinante, algo similar a las novelas que construyen Ben Lerner, Don DeLillo y, al menos en ciertas conexiones, J. G. Ballard, sin olvidarnos de un toque propio de las vanguardias artísticas y unas gotas de filosofía. Todo esto, y mucho más, es Satin Island. En sus páginas encontramos a un narrador que se hace llamar U., una especie de antropólogo de lo contemporáneo al que ha contratado una empresa para que elabore El Gran Informe y lo incorpore al Proyecto Koob-Sassen: ¿A qué me dedico? Soy antropólogo. Estructuras de parentesco; sistemas de intercambio, permuta y ofrenda; operaciones simbólicas que acechan en el reverso de lo habitual y lo banal: identificarlas, valorarlas y sacarlas, pataleando y retorciéndose, a la luz; ese tipo de chanchullos.

U. advertirá que su tarea resulta imposible, que no se puede abarcar todo, que ese Informe es de una complejidad absoluta porque su estado debería ser siempre "perpetuo". Y, mientras tanto, se dedica a elaborar dosieres, a observar el entorno, a unir mediante informes y líneas de puntos lo que ocurre en los planos de la realidad y de la ficción, de lo posible y de lo imposible, del azar y sus consecuencias: uniendo tramas, fabulando con aquello que podría suceder o que debería haber sucedido al elegir ésa o ésta opción, imaginando entornos apocalípticos, revisando videos en bucle, obteniendo visiones sobre planos del tiempo y del espacio que nos recuerdan a veces a Inception, sopesando si viajar al basurero de Staten Island donde han alojado residuos durante años (basurero que se convierte en metáfora de lo que sobra: "la materia excesiva", los restos materiales de la cultura y de nuestro modo de vida). De eso trata Satin Island: del hecho de que la realidad está formada por cientos de códigos y narrativas superpuestas, ficciones, le contaba McCarthy a Inés Martín Rodrigo en una entrevista. Después de leer a McCarthy, uno empieza a observar su entorno de otra manera.