En España, casi sin hacer demasiado ruido, resisten unas cuantas editoriales independientes que continúan una labor admirable de rescate de autores de la literatura de Japón, con el foco centrado en los clásicos: clásicos de la novela, de la poesía, del haiku, de la tradición oral… Una de las más firmes, con un catálogo impecable, es Satori Ediciones, con sede en Gijón y una nómina de autores que van desde los ya consagrados en castellano (Natsume Sōseki, Tanizaki Junichiro, Matsuo Basho, Akutagawa Ryunosuke, Osamu Dazai…) hasta los nombres que por aquí sonaban menos (Izumi Kyōka, Tatashi Sasaki, Ihara Saikaku…). Entre sus colecciones: Ilustrados, Clásicos, Maestros del Haiku, Mitología, Artes Marciales o la que hoy nos ocupa, Maestros de la Literatura Japonesa, donde acaban de publicar otro libro de Izumi Kyōka. El lector no debería perder la oportunidad de escarbar en dicho catálogo porque ninguna de las obras le defraudará.

Laberinto de hierba, traducida por Iván Díaz Sancho (quien también escribe un prólogo que nadie debería saltarse), es una novela por cuyas páginas desfilan espectros, demonios de la mitología budista y elementos sobrenaturales; pero, como es habitual en la literatura oriental clásica, suelen suministrarse en la narración mediante la sutileza propia de los japoneses. La sugerencia y el misterio priman siempre sobre los detalles habituales de la narrativa de terror, de tal manera que no sabemos con certeza si lo que ocurre, y que escapa a toda lógica, es fruto de un artificio creado por los hombres o si son engaños de la mente o si se trata en verdad de fantasmas y criaturas de otro mundo que acechan a sus protagonistas. Izumi Kyōka coloca a varios personajes (un joven que busca recuperar la canción que su madre le cantaba de niño, porque ha olvidado la letra y sabe que, al entonarla de nuevo, evocará a su madre y a su infancia; un monje que peregrina por varias provincias; un viejo tullido cuya mujer regenta un tenderete de té; etcétera) en una región donde abundan los rumores sobre sitios malditos, en los parajes colindantes de una mansión donde van a recalar casi todos ellos, la Puerta Negra, donde se cuentan historias sobre espíritus y leyendas espeluznantes.

Las historias de apariciones y fenómenos extraños las cuentan los propios personajes, de tal manera que la mayor parte de la novela está construida con sus narraciones. Con respecto a la obsesión del autor por esta clase de leyendas, Iván Díaz introduce en el prólogo una extensa cita de Kyōka que comienza así: Mi preferencia por las historias de espectros no se debe a ninguna razón en particular. Se trata de un impulso que no puedo controlar. Se podría decir que los espectros son la plasmación de mis propias emociones. Además de esos detalles sutiles sobre los espíritus, Laberinto de hierba encierra todo ese universo maravilloso del clasicismo rural japonés, que resulta balsámico para el lector: simbolismo, descripciones poéticas de paisajes donde abundan los arrozales y los campos en flor, ceremonias del té, hábitos gastronómicos, juegos de luces y sombras cuando se discierne la luna…