Ángel Olarán y Ángel Pujol con niños etíopes.



La primera imagen que tuvo el empresario Ángel Pujol de Wukro, en Etiopía, fue la de la gente. Gente agradable, gente sonriente, dice. Y a continuación le vio a él, al padre Ángel Olaran, el motor de toda aquella comunidad que recaló en lo que era un campo de refugiados en 1995 y convirtió en una comunidad orgullosa de su Escuela Universitaria. “Con Olaran fue una hora para conocerle, un día para admirarlo y toda una vida para no dejarle nunca”, dice Pujol que preside ahora El Centro de Iniciatives Solidaries que da apoyo a Wukro.

Y no es poco lo que ha montado Pujol desde su cuartel general de Mollerusa en Lérida, para hacer realidad ese respaldo a Olaran. A sus convocatorias han acudido el juez Baltasar Garzón, el seleccionador Vicente del Bosque o el presidente de Repsol, Antonio Brufau. “La pena es que me enteré de esto a los 58 años, si llego a saberlo a los 20…”, se lamenta Pujol.

La misión
 Wukro se encuentra a 40 kilómetros de Mekele, capital de la región etíope del Tigré. Era un asentamiento surgido alrededor del campamento militar donde se refugiaban los campesinos, sobre todo mujeres. En 1991 las guerrillas nacionales derrotaron al gobierno militar y el nuevo gobierno ofreció al obispado católico tierras en Wukro para abrir una escuela secundaria.

Una sociedad destrozada
En 1995 llegaron dos padres blancos, Ángel Olaran y José Luis Bandrés, que construyeron la misión y una Escuela de Agricultura con la ayuda de dos ONG. Treinta años de guerra, el SIDA y la hambruna de 1984 habían destruido el tejido familiar, fomentado el abandono de mujeres e hijos por la guerra y provocado la proliferación de huérfanos expulsados de Eritrea por ser hijos de etíopes.

Ángel Pujol y Ángel Olarán conversan.



 Tiempos de cambio
Desde entonces, muchas cosas han cambiado. Las familias se ofrecieron para cuidar a los niños a cambio de una ayuda económica: surgió así el Wukro Social Development Programm, en el que un grupo de mujeres vigilan las casas y cocinan para los niños con el apoyo de Olaran. Viven en la localidad 35.000 ciudadanos.

Innovación
El tejido social se fue compactando y extendiendo al punto de que se han creado huertos innovadores, impulsado medidas de reforestación o de acuerdo con los Servicios Sociales, se han llevado a cabo acciones integradoras como la cooperativa de enfermos de SIDA que produce y vende miel.

El inquieto empresario de Mollerusa
Mientras estos cambios acontecían en Wukro, un empresario llamado Ángel Pujol desempeñaba sus tareas junto a su hermano en la empresa familiar de prefabricados de construcción de Mollerusa (Lérida), fundada por su padre. Hombre inquieto e innovador buscaba siempre horizontes nuevos. De su mano, el club de futbol local llegó a Segunda División y el equipo de baloncesto gano un campeonato ACB. Así contó su historia a ELPLURAL.COM

P. ¿Cómo llegó a Wukro, señor Pujol?

R. Un amigo oftalmólogo que acudía con frecuencia a atender a la gente allí, me decía: “Ángel, hay un cura en Wukro que te necesita y tú le necesitas a él.” Pero yo no le escuchaba. Por entonces viajé con unos amigos a Sudáfrica. Un recorrido turístico.

P. ¿Qué pasó?

R. Pues que me encontré con que solo nos llevaban a ver selva, que no nos dejaban acercarnos a los poblados porque decían que la gente podía ser peligrosa y que solo veía gente blanca en el restaurante, a los negros no les dejaban entrar… ¡me dio una rabia!

Ángel Pujol, rodeado de niños etíopes.



P. Así que viajó a Wukro para ver gente.

R. Para ver gente y conocer al famoso cura. Vi mucha miseria, vi gente muy buena y vi a Olaran que les quería y al que querían. Después vi que ese cariño también me alcanzaba a mí y me sentí más querido que en toda mi vida.

P. A partir de ahí ya no ha dejado de viajar a Wukro y a buscar la manera de ayudar.

R. En efecto. Volví a Mollerusa y llamé a una serie de amigos empresarios, les conté lo que había visto y que había que ayudar. Yo disfrutaba con el trabajo, con los prefabricados. Y luego con el futbol o con el baloncesto. Pero desde aquel momento, ya solo me dedico a Etiopía.

P. Fundó entonces el Centre de Iniciatives Solidaries.

R. . Mucha gente nos apoya. Somos una fundación que damos el 100% de lo que obtenemos, no se queda nada por el camino. La empresa absorbe los gastos. La gente se paga el viaje cuando va. También enviamos jóvenes de 16 a 20 años para que conozcan aquello y ayuden. Se quedan allí cuatro meses. Y vuelven más humanos, cambiados.

P. Además de sus propias aportaciones.

R. Sí. He invertido mucho dinero en Etiopía. Con gusto.

P. Desarrolla mucha actividad. Actos en Madrid, en Tarragona o en otras ciudades para vender libros sobre Olaran. Y en Cataluña todo tipo de eventos solidarios.

R. ¡Uy, ya lo creo! Tenemos cenas solidarias, campeonatos, tómbolas, caminatas, carreras, conciertos, concentraciones moteras, torneos… Todo tipo de acciones solidarias. Antes viajaba más a Wukro, ahora me dedico a organizar eventos y estoy un mes aquí y otro allí porque hay que recaudar dinero para enviarles. Estamos consiguiendo llevar 15.000 euros al mes de promedio… pero hace falta mucho más. No dejo de pensar en los 1.800 huérfanos y en tantas cosas más que hacen falta.

Angel Pujol con una familia etíope.



P. Usted personalmente interviene en organizar estos eventos.

R. Por supuesto. A veces hasta lo he pasado mal porque en ocasiones la gente no conoce lo que hacemos y se cree que somos como otras ONG que se gastan mucho dinero en su propia organización. En una ocasión iba yo por los comercios poniendo carteles y una tendera de Tarragona me dijo: “¿Qué es de una ONG? Pues un ladrón debe de ser usted. Yo me eché a llorar en la calle por lo injusto de aquel comentario.

P. ¿Por qué le impresiona tanto Ángel Olaran?

R. Si le conociera me entendería. Mire, una vez aquí en España a Ángel Olaran le dieron un premio en una cena con 500 personas. Esas cenas en que todo el mundo habla y nadie atiende, pero a él… ¡ vaya si le atendieron! Olaran empezó diciendo: “Allá en Etiopía las rameras venden el cuerpo, pero no el alma como hacen los políticos aquí”. Todo el mundo se quedó en silencio, escuchando… Y es que él es así.

P. Bueno, ¿y qué es lo que usted encuentra en Wukro?

R. Allí me han salido muchas cosas de dentro que yo no conocía. Y recibo mucho amor, de los niños, de la gente… No había conocido nunca tanto afecto. Y también he sufrido mucho, como cuando se me ha muerto una criatura entre los brazos. Me gustaría poder vivir 300 años más para llevar esto a delante. Hay otro mundo y es necesario darlo a conocer.

Para más información sobre Wukro y Ángel Olaran y averiguar cómo colaborar, en esta página web: http://www.isolidaries.org/