Los asesores de Adolfo Suárez impidieron que ABC publicara en 1980 una entrevista concedida a la periodista Josefina Martínez del Álamo por haber sido demasiado "sincero". El periódico la recuperó el 23 de septiembre de 2007 y hoy los internautas la han recordado para sacar a la luz las verdades de un gran político. Era entonces presidente del Gobierno y vivía su peor momento, criticado por todos y con una crisis galopante.

Sobre los votantes, decía que tenían el "derecho" de conocerle y él la "obligación" de explicarse": "Y voy a procurar remediar ese desconocimiento; a darles una respuesta. Quiero utilizar más los medios de comunicación. La televisión sobre todo... porque en televisión soy responsable de lo que digo, pero no soy responsable de lo que dicen que he dicho... Tengo muchísimo miedo de cómo escriben después las cosas que he dicho".

Y es que Adolfo Suárez no se fiaba en absoluto de los periodistas.  Les acusaba de haberse "convertido en correas de transmisión de los intereses de grupos determinados". Criticó, además, la ligereza con la que se hablaba de temas importantes sólo por "el ruido del tam-tam de la selva". Para ilustrarlo puso como ejemplo a intelectuales gallegos críticos con el Estatuto de Galicia a los que había llamado para mirar artículo por artículo y le confesaron que no lo habían leído.
"En España está ocurriendo un fenómeno muy grave: las cosas entran por el oído, se expulsan por la boca y no pasan nunca por el cerebro... casi nunca pasan por la reflexión previa", lamentaba. "Pero es un hecho que está ahí; que sucede. Y luchar contra ello es muy difícil... Yo he intentado combatirlo muchas veces... ¡Y así me va! Soy un hombre absolutamente desprestigiado. Sé que he llegado a unos niveles de desprestigio bastante notables... he sufrido una enorme erosión".

Según aseguró en la entrevista, se negaba a utilizar los mismos procedimientos que estaba criticando para que le cuidasen determinados sectores. "¡En absoluto no va conmigo!", quiso dejar claro. Además de reconocer errores, hace una definición de lo que debería ser un político que ojalá todos cumplieran:
"Un político no puede ser un hombre frío. Su primera obligación es no convertirse en un autómata. Tiene que recordar que cada una de sus decisiones afecta a seres humanos. A unos beneficia y a otros perjudica. Y debe recordar siempre a los perjudicados... Gracias a Dios, yo no lo he olvidado nunca. Pero se sufre porque no puedes tomar decisiones satisfactorias a corto plazo para todos los españoles. Aunque esperas que sean positivas en el futuro y asumes el riesgo... Hay personas que no ven a los gobernados uno a uno... Yo los sigo viendo. ¡Les veo hasta las caras!".

"Otro requisito indispensable en un político es la capacidad para aceptar los hechos tal y como vienen, y saber seguir hacia delante. Nunca puede sentirse deprimido. Tiene que continuar luchando. Confiar en lo que siempre ha defendido y en los objetivos programados a largo plazo... Pasar por encima de las coyunturas. Porque, a veces, las circunstancias pueden desvirtuar el destino histórico de un país. Y es preferible decir sí a la Historia que a la coyuntura. Yo lucho, intento luchar, contra esas coyunturas".

Añadía, además, que había que "estar dispuesto a aceptar un grado enorme de impopularidad". Sobre la Transición dijo que la gente que le había apoyado se volcaron con él porque les alejaba del "peligro de la conforntación", no por "anhelos de libertad".
"Cuando en el año 77 se consolida la democracia y las leyes reconocen libertades nuevas, pero también traen aparejadas responsabilidades individuales y colectivas, empieza lo que llaman el desencanto... ¡El desencanto! Yo no creo que el pueblo español haya estado encantado jamás. La Historia no le ha dado motivos casi nunca".

"Tuvimos que aprender que los problemas reales de un país exigen que todos arrimemos el hombro; exigen un altísimo sentido de corresponsabilidad. Y sin embargo, los políticos no transmitimos esa imagen de esfuerzo común... La clase política le estamos dando un espectáculo terrible al pueblo español".

Preguntado por qué la gente de la calle dice que cada día se siente menos representada por los políticos dijo: "Y yo también. Yo también", para añadir a continuación:
"Es verdad. Somos todos. Somos los políticos. Los profesionales de la Administración... La imagen que ofrecemos es terrible... Vivimos una crisis profunda que no es, en absoluto, achacable al sistema político. Pero la democracia exige a todos una responsabilidad permanente". En su opinión, el problema estaba en que se había hecho creer a la ciudadanía que "la democracia iba a resolver todos los grandes males que pueden existir en España... Y no era cierto. La democracia es sólo un sistema de convivencia. El menos malo de los que existen".

Fue tan sincero en la entrevista que se mostró como uno de los pocos políticos que habla claro de sus ambiciones políticas. Entre otras cosas, aseguró que siempre había soñado con ser presidente del Gobierno, "siempre. Lo comentaba incluso con los amigos". Sin embargo, el sueño duró poco:
"Sí. Pero eso satisface el primer año. Después, no te llena lo suficiente, porque entran en juego otras cosas más importantes. Se me acusa de ser un hombre ambicioso... ¡Pero ¿es que nadie se ha parado a pensar que ya se han cumplido todas mis ambiciones personales? Todas. No me falta ni una... ¿Y usted cree que el poder, por sí mismo, satisface a quienes lo poseen?

(...)

El poder sólo se justifica en función del cumplimiento de unos objetivos, por supuesto no personales. Además, yo no he disfrutado las compensaciones personales que el poder comporta. Nadie puede negar que soy un hombre volcado en mi trabajo; no se me ve en cócteles ni en cenas, ni en ninguna de esas facetas agradables de la vida pública... Paso el día estudiando documentos, leyendo expedientes, analizando acontecimientos. Despacho los asuntos urgentes... Recibo visitas; me entrevisto con economistas, con especialistas en los temas que me preocupan. Procuro hablar con las personas que tienen una opinión diferente a la mía para ahondar en sus razones... Son muchos deberes. Mi primera obligación es convencer. Tengo un partido político que apoya mi gestión. Y no puedo decir: esto se hace así porque yo lo he decidido. Vivo convenciendo".

Confesaba asimismo que no tenía "vocación de estar en la Historia" y que su "mayor preocupación" era la convivencia. Así, la Transición daría ejemplo a todo el mundo. Cuando la periodista le insistió en cómo creía que iba a pasar a la Historia contestó que, al menos, no podrá decir qeu persiguió sus intereses. "Admitirá que luché, sobre todo, por lograr esa convivencia; que intenté conciliar los intereses y los principios..., y en caso de duda, me incliné siempre por los principios".

Es curioso, pero hoy, la inmensa mayoría de los que han querido homenajearle destacan ese espíritu de concordia y su afán por conciliar todo tipo de posturas.