Te invito a imaginar. Por ejemplo que israelitas y palestinos se sienten juntos y, con la cooperación de un alemán, acuerden una serie de puntos en los que se reconoce que la solución del conflicto es la de los dos estados. Que hablen sin tapujos de los territorios ocupados y de la necesidad y urgencia de la paralización de la violencia, los "checking points" y el reconocimiento de la dignidad de los ciudadanos sin importar su religión. De la necesidad de poner fin a conductas abusivas de empresas que, beneficiándose de las prebendas que increíblemente produce la ocupación, sacan provecho de la tragedia de tantos.

Imagina que es posible el diálogo entre viejos enemigos
Sigue imaginando. Ahora que, en la misma sala, sentados en el suelo, hacen un círculo un grupo de marroquíes y saharuis, esta vez con la intermediación de una española. Lo que comienza con lógica tensión acaba con un abrazo de compromiso, de agradecimiento y, en definitiva, de conocimiento de una realidad en primera persona. Imagina que acuerdan el reconocimiento a la autodeterminación del pueblo saharaui y que sea un referéndum la manera en que se decida el rumbo de su destino, que se condena la violación de los derechos humanos en los territorios de la región, y se apela a las normas del derecho internacional. Imagina el compromiso a comenzar relaciones de paz y a tratar de influir en la medida de lo posible a los actores de gobierno para que caminen en una misma dirección.

Imaginemos que los contenidos de todos esos acuerdos se plasman en un documento para que quede constancia de todo lo que se acordó y sobre todo, de quién lo acordó. Y además, ya puestos, vayamos más allá: imagina que una vez acordado por las partes que se encuentran en conflicto, el documento final deba ser votado por una asamblea que represente a actores de todo el mundo.

Puestos ya a recrear un espacio casi ideal, por supuesto, estos acuerdos tendrán el apoyo de la totalidad de la asamblea.

Presentar resoluciones conjuntas
Pues bien,  esto dejó de ser un ejercicio de imaginación cuando la semana pasada, en Dortmund, celebramos el Consejo Mundial de la Internacional de Jóvenes Socialistas. No sería preciso cambiar una sola coma ni un solo punto. Así, tal cual, transcurrió la jornada en la que se aprobaron resoluciones como las descritas. Y hubo muchas más. Como por ejemplo la relativa a Venezuela, que supuso un ejercicio por parte de todos los miembros de Latinoamérica para poner en común las valoraciones políticas y que igualmente fue respaldada por la mayoría de las delegaciones mundiales.

Sin duda, un momento que puede decirse prácticamente histórico. Porque nuestra organización ha girado y ha puesto en marcha su rumbo en base a la cooperación. Los días previos, en una reunión del Presidium, decidimos que teníamos que hacer todos los esfuerzos posibles por presentar resoluciones conjuntas allí donde hubiera conflictos. Que sería la única manera de aportar nuestro esfuerzo, de manera efectiva, a la solución de las crisis desde nuestras limitadas posibilidades. El hecho de que cada organización presentase una resolución y la asamblea tuviera que votar (y ganase la que más votos obtuviera), en definitiva no es más que una competición que conlleva en muchos casos polarizar más las posiciones y no respetar que en ambas partes del conflicto siempre hay (por muy pequeña que sea) una razón que merece ser escuchada y tenida en cuenta. Sobre todo, en este ejercicio hemos aprendido todos que si de verdad se quiere colaborar para avanzar en la resolución de este tipo de conflictos es mucho más importante encontrar los puntos de acuerdo que hacer un excesivo hincapié en las diferencias, sin buscar de manera activa el compromiso en las soluciones.

Esta acción es la política que muchos defendemos: la del diálogo, la de las horas de escucha, de comprensión y de compromiso. La política, en definitiva, de poner en juego un ejercicio por el que se estimule que afloren sentimientos positivos que permitan el cambio  –por pequeño que sea- del rumbo de los acontecimientos para alcanzar una situación de paz, de respeto y de interiorización de nuestros valores.

Las luchas internas no nos llevan a buen puerto
No puede ni debe quedar en papel lo que allí sucedió, pues entonces de nada servirá todo el esfuerzo realizado para llegar al punto de encuentro. Es por esta razón por la que junto a las resoluciones se han adoptado compromisos firmes para los próximos meses en los que se desarrollarán visitas de estudio, proyectos conjuntos de colaboración que garanticen ir avanzando y dando pasos hacia delante. Se trata sobre todo de un querer por las partes, pero también de un apoyo de todos los que creemos que es posible.

La solidaridad internacional opera con la firme convicción de tender puentes, lejos de planteamientos paternalistas de aquéllas expotencias colonizadoras que, de manera trasnochada e irrespetuosa, siguen reclamando sus cartas en el juego. No es momento ya para esas posiciones. Ahora se trata de que lo que se haga sea real. Es cierto, los que se darán así no serán pasos gigantes, pero sin duda serán pasos más firmes porque los daremos todos juntos.

Ésta es la aproximación de los jóvenes en el plano político internacional. Porque hemos aprendido de nuestros mayores la importancia de la unidad, pero también somos conscientes de que las luchas internas no nos llevan a buen puerto, pues los principales conflictos internacionales parecen haberse enquistado también en el seno de nuestras organizaciones.

Esta vez la juventud ha demostrado que sí es posible hacer las cosas de manera diferente para conseguir resultados sorprendentes. Es, en definitiva, la muestra de que nos tomamos muy en serio nuestro papel y que no nos preocupa únicamente lo que nos afecta como generación, sino que tenemos una manera distinta de abordar los problemas que a todos nos preocupan.

Desarrollar la democracia interna de nuestros partidos
Mirando la historia de IUSY es frecuente ver cómo los que en su día formaron parte del Presídium, o acudieron como delegados a los Consejos y Congresos mundiales han ocupado después papeles fundamentales en los gobiernos de sus países. Y no es difícil reconocer la huella que deja sobre ellos el paso por esta organización mundial. Ahora marcamos de nuevo una huella en nuestros compañeros: si algún día los que ahora pasan por nuestro Consejo llegasen a tener realmente influencia directa en las decisiones de los gobiernos de sus países, sin duda tendrán una experiencia bien distinta y positiva en comparación a la que sus dirigentes actuales tienen.

Es por esta razón por la que en nuestro programa durante este mandato la prioridad es clara: adquirimos el compromiso de desarrollar la democracia interna de nuestros partidos, una apertura a la sociedad para nutrirnos y comprender la realidad a la que hemos de dar respuestas, y todo ello desde un compromiso en el que la juventud exige ser también la cara del presente. Un año de trabajo que ya comienza a dar sus frutos: en nuestros países, en nuestros partidos y también en el seno de nuestra propia organización. Un proyecto con perspectiva real, sin oportunismos, con una agenda que vino marcada en nuestro pasado Congreso mundial en Paraguay.

Beatriz Talegón es secretaria general de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas