Y no se le ocurre a nadie, o a casi nadie, porque lo tenemos muy reciente en nuestra historia. La Transición supo sacudirse el polvo del franquismo. La Dictadura en España hizo entre otras cosas que la segregación por sexos en las aulas se mantuviera hasta bien avanzado el siglo XX, cuando ya en la mayoría de los países civilizados estaba salvado.
Y siguiendo con el argumento de Gabriela Cañas de un terreno minado: Se empieza por segregar a chicos y chicas porque así los rendimientos son mejores; porque el sistema de adapta mejor a la especificidad. No. Que no. Que no nos engañan. Es que la posición de la derecha conservadora se basa en la separación y la selección. Se separan a los que progresan de los que no progresan adecuadamente. Se apartan en colegios guetos a los discapacitados para que no interrumpan el progreso de los “normales”. Se separan a los inmigrantes y a los marginados, porque su progreso no puede ser el mismo. Algunos, en aras de la excelencia nos pretenden meter con embudo separaciones y segregaciones. ¡Ah señores! Pero aquí está la trampa, aquí está el cuchillo con doble filo. Con el tiempo este espíritu de segregación termina dando mayores oportunidades para “la excelencia” a los alumnos con más posibilidades económicas sociales e intelectuales. Así llegamos a la excelencia como privilegio para algunos, para unos pocos, y no como un derecho para todos.
Julio García-Casarrubios Sainz
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