Opino que Soraya se equivoca. Los engañados hemos sido nosotros, los votantes, el pueblo soberano, respecto a Mariano Rajoy, a sus condiciones para conducir a este país en momentos críticos.

Me da la impresión de que ésta es también la reflexión que hacen sus homólogos incluida, o quizás en primer lugar, su correligionaria Ángela Merkel.

Rajoy no engaña por la sencilla razón de que para engañar hay que disponer de un mensaje, de un discurso, de un relato y Rajoy no dispone de nada parecido.

El confusionismo que nos sacude estos días cuando parecía que las cosas iban a aclararse un poco tras las elecciones griegas y francesas y la reunión del G-20 se debe, más que a hechos concretos a que ya nadie se cree ni las afirmaciones ni los desmentidos del presidente de nuestro Gobierno.

Cuando aún no hemos salido del debate nominalista sobre rescate o préstamo favorable entramos en el deshoje de la margarita sobre la dimensión del próximo rescate.

Es posible que Mariano Rajoy tenga razón cuando asegura que la intervención no se producirá pero lo cierto es que la gente solo discrepa en si será inminente o todavía puede esperar un ratillo.

Mientras tanto la ciudadanía recibe la noticia de que la renta per cápita de España ha caído por primera vez en diez años por debajo de la media europea; que la subida de impuestos ha reducido la recaudación; que ya hay consenso general en que no se cumplirán los objetivos de reducción del déficit  que Rajoy consideraba como sagrados cayera quien cayera; que los inversores huyen y retiran 100.000 millones de euros; que probablemente habrá que cerrar algunos bancos; que, muy probablemente se subirá el IVA, contra lo prometido y que se prolongará la vida laboral por encima de los 67 años y que quizás se vuelva a bajar el sueldo a los funcionarios.

Quizás Mariano Rajoy estime que la buena noticia es que ya no podemos caer más bajo y que solo cabe mejorar. Una falacia pues como demuestra la historia y las leyes de Murphy es que por muy mal que estén las cosas siempre pueden empeorar un poco más.

Una de las lecciones que pueden obtenerse de la desmañada gestión de Rajoy es que convendría establecer un periodo de prueba para los presidentes del Gobierno en el contrato social que los españoles firman en las urnas. Tal como las empresas hacen con los nuevos contratados.

Es muy duro tener que soportar a un gobernante incompetente durante cuatro años.

José García Abad es periodista y analista político