En este recorrido del pasado sábado en el que localizaron siete fosas en la zona, “tan evidente era todo –explica Matías Alonso portavoz del Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica - que una periodista que nos acompañaba encontró un cráneo entre las piedras y a pocos metros, el cuerpo entero de un soldado semienterrado. Se veía por el sitio en que estaba y por otros datos, que era del bando franquista, y por el aspecto joven, de menos de 25 años. Qué paradoja: ¡maldita la gracia de ganar una guerra para acabar ahí  tirado, victima del mismo olvido y maltrato que  tus enemigos!”

Violenta contienda
El objetivo del Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica es realizar el mapa de fosas de la época franquista en la provincia de Castellón. El  portavoz del colectivo Matías Alonso, declaraba a ELPLURAL.COM que en su opinión “el Ministerio de Defensa debería encargarse de exhumar a todos los soldados españoles de uno y otro bando y darles un entierro con todos los honores como se hace en todos los  ejércitos del mundo”. En julio de 1938 Vértice Salada era un paisaje de trincheras, en el que cinco o seis mil soldados republicanos combatían a la desesperada intentando salvar Valencia del avance de los de Franco (más de 20.000), tras la batalla de Teruel. La 12 división, luego reconvertida en la 81 (tropas franquistas) atacando a la división 47 de la República. De aquella violenta contienda quedan para los especialistas, túmulos, indicios de enterramientos y directamente restos de armamento y de soldados.

Castigado a enterrar  a los muertos
Matías Alonso encabezó la búsqueda de aquellos combatientes abandonados acompañando a los testigos. José Orduña, antiguo alcalde de El Toro era uno de ellos e indicaba el lugar al que sus propios familiares le habían llevado en muchas ocasiones contándole lo ocurrido. Entre otras cosas, recordó la historia de Vicente Belmonte, que con 17 años tuvo que combatir en el ejército republicano y luego al final de la guerra junto con otros 24 vecinos, se vio como castigo enterrando a 1.300 muertos durante casi un mes “muchos de ellos en las propias trincheras donde murieron y con las piedras de los muros. Todo era piedra y solo en algunos lugares podíamos enterrarles en fosas comunes.” Así se lo contó Belmonte.

La carta del alcalde

José Orduña relató a ELPLURAL.COM que el 3 de mayo de 1939, el acalde de Abejuela escribió a su colega, el alcalde de El Toro, en estos términos “Muy señor mío y compañero: Con esta fecha esta Alcaldía procede al enterramiento de los cadáveres abandonados en este término municipal y ruega a V. por sentimiento cristiano y por respeto a la dignidad humana, proceda hacer lo mismo en su término municipal. Dios guarde a V. muchos años. Abejuela 3 de mayo de 1939, año de la Victoria”. Firma el escrito “el alcalde nacional”, uno documento al que ha tenido acceso ELPLURAL.COM.



Dignidad para los franquistas
“Hubo una política de enterrar con dignidad a los franquistas –explica Matías Alonso-. También enterraron a muchos integrantes de las tropas moras, incluso existe un cementerio árabe en La Abejuela. Pero a los republicanos se les dejó allí y como se ve, también quedaron  soldados franquistas. Suponemos que vamos a encontrar cuerpos de unos y de otros”. Alonso recuerda que en 2008 en el pueblo turolense de Singra el Ministerio de Defensa procedió al entierro con honores de los cuerpos de combatientes encontrados en una fosa y dice que sería justo y decoroso proceder en el mismo sentido en esta vasta zona de guerra, exhumando a los muertos y dándoles sepultura dignamente. “Son todos soldados españoles”, resalta.

Incalculables cadáveres
Dicen que en Pozo Junco puede haber enterradas 200 o 300 personas;  la Nevera Honda puede sumar 175; en el Molinete, donde se levantaba un campo de concentración, no se sabe calcular el numero de cuerpos, como tampoco en el Monte de los Muertos y así en numerosos e indeterminados lugares a lo largo de toda la zona de esta sierra trágica del Palancia.

El incendio que levantó a los muertos
En Vértice Salada un incendio descomunal en el año 1993 provocó la deflagración de  bombas de mano y granadas convirtiendo el fuego en una sucesión de explosiones que provocaban miedo en los bomberos ante el peligro evidente.  Cuando consiguieron controlarlo, de entre los arbustos carbonizados aparecieron más restos de todo tipo. Sobre todo, restos de cadáveres deslavazados, un paisaje espeluznante. Paco Barberá, otro de los testigos que acompañó al grupo a esa zona, relató a ELPLURAL.COM  que su tío era un niño cuando iba con sus hermanitos a recoger allí tras la guerra bombas, bayonetas, alambre, todo aquello que pudiera venderse como chatarra en Alboraya para dar de comer a las familias que  se habían quedado con los campos desolados tras dos años de contienda, con las bestias de tiro requisadas para la guerra y mucha hambre en el cuerpo. El propio Paco acompañó a su padre a recorrer la zona y guarda el recuerdo de encontrar huesos y cráneos.

Un asunto  de Estado
El grupo de Matías Alonso piensa seguir su trabajo de forma voluntaria y poniendo dinero de su bolsillo ya que las subvenciones se han terminado. Claro, no saben cuanto tiempo podrán tardar en localizar todas las fosas. “Se hará como se pueda –dice Alonso- con compromiso personal y colaboración ciudadana. Semejante vergüenza no se da en ningún sitio civilizado. Los de un lado tienen todos lo honores y los del otro ninguno, siquiera por ser soldados.  Pero es que en este lugar tenemos combatientes de ambos lados. Baltasar Garzón tenía razón al decir que esto no es un tema de unos u otros, sino un tema de justicia para todos. Las guerras las ganan unos, pero los muertos los pone el pueblo.  Devolver la dignidad a estas personas debería ser un tema de Estado, no de cuatro voluntarios”.