Cuando desde Andalucía se ha dicho que el Gobierno de Mariano Rajoy castigaría a esta tierra no se mentía. Ni siquiera era una intuición. Atender a hechos que se repiten a lo largo de un periodo de tiempo e inferir un compartamiento sistemático no es tener una bola de cristal: es aplicar sapiencia frente al engaño, único instrumento que ha demostrado la derecha para con esta tierra.

Que el PP no haya sido capaz de arrebatar a la izquierda su hegemonía en el sur de España no se debe a que aquí seamos “catetos, ignorantes y basura”, como miembros destacados del PP de Antequera indicaron tras la victoria pírrica del PP. Hay causas históricas, de todos conocidas, que provocan algo más que recelo a esa derecha que sigue representando valores que en gran parte de Andalucía son abominadas. También hay causas coétaneas, de las que me gustaría destacar una que clama el cielo: en el PP ya daban por sentado desde hacía más de un año que ganarían; ya se habían repartido consejerías y diversos cargos de responsabilidad. El poco respeto a las urnas, a la voluntad del pueblo andaluz, que vino a ratificarse (el poco respeto) con los insultos hacia este pueblo, llevó a Arenas y a los suyos a borrar la sonrisa de sus caras, que, días antes de las elecciones, resultaba de prepotente estúpida.

No es cuestión de dar pistas, para que no les vuelva a pasar eso; no es mi intención que ganen. Pero si el PP atiende a sus errores históricos, verán cómo en horas tan bajas de Felipe González, como en 1993, no supieron arrebatar la hegemonía al PSOE. Aznar perdió las elecciones sencillamente porque fue de ganador desde antes de aquella campaña electoral. Los jugadores de fútbol bien podrían dar clases en las distintas sedes del PP sureño, clases de cómo no ir de sobrados sin respetar al adversario. Todos recordamos cómo equipos de fútbol de grandes jugadores han perdido partidos importantes contra equipillos sencillamente por no respetar, por su prepotencia.

Pero que el PP haya perdido en Andalucía también se debe a esa observación de hechos que sistemáticamente se han venido repitiendo contra nuestra tierra y que se traduce en ataques contra los andaluces. Es sabido que de los Presupuestos Generales del Estado, guardaditos descaradamente en un cajón de La Moncloa, hasta después de las elecciones andaluzas, existían dos versiones: la versión dada a conocer, la de una Andalucía “socialcomunista”, como dicen en La Gaceta, y la de una Andalucía “del cambio”, es decir, la de Arenas. Ese proceder de Rajoy es sencillamente sucio y es, precisamente, lo que condenará a su partido a no poseer nunca estos reinos del sur. El proceder de Rajoy, con ese 14,6% para Andalucía, negando a esta tierra lo que la disposición adicional tercera dice en nuestro Estatuto de Autonomía sobre la financiación estatal en función del peso poblacional respecto del total español (17,8%), provocará un mayor rechazo a un PP que sigue representando los mismos valores de siempre de la derechona en este país, un PP que sigue sin comprender ni respetar a los andaluces como pueblo.