Cuarenta años entubados en el hospital La Paz. Marqués de Villaverde fotógrafo. Jubilado el equipo médico habitual. Las revistas pisándose la imprenta para publicar el amasijo electrónico de aquella momia escueta. Noviembre se hizo historia y habitó entre nosotros. Por eso siempre está a punto de ser noviembre en España.

Treinta y seis años cumplidos en dos mil once. Noviembre también. Veinte también. Rey operado de todo. Obispos resucitados de gloria. Mariano caudillo por mayoría. Voluntad de Partido Popular por las gentes que votan. Gaviotas camino de la Moncloa con las urnas bendecidas por Merkel. Wert crujiendo pupitres. Soraya poniendo de pie la economía sobre los hombros de los asalariados. Nuestra señora de Cospedal defendiendo a los trabajadores. Fátima creando empleo a costa de desempleo. Fátima paradoja de Cova de Iría.

Esperanza siempre es esperanza como noviembre es noviembre. Ella lo hubiera proclamado con voz de chotis madrileño: Franco ha muerto. Porque Franco, lo dice Esperanza, está muerto de verdad.

Han promulgado una reforma laboral. Para crear empleo. Cinco millones de hambrientos necesitan cocidito madrileño para mantenerse vivos en las colas del INEM. Paradojas: hay que crear empleo facilitando, impulsando, empujando al desempleo. Magia del prestidigitador que no iba a subir los impuestos subiendo los impuestos. Sindicatos contra la tapia como en otros tiempos. El mundo del trabajo sin derechos, sin indemnizaciones apenas. Huelga pronto jibarizada para poder convocarla al por menor “porque el derecho de unos no se puede defender a costa del derecho de otros” ha dicho Rosell desde su palacio de el Pardo empresarial. Porque te puede devaluar la nómina cuando al patrón le excite el nerviosismo por haber dejado de fumar. Porque el hasta mañana puede convertirse en el hasta nunca un viernes por la tarde. Porque si has estado enfermo se te descuenta la vida para que escarmientes y comprendas que es mejor morirse porque tus compañeros “no te olvidan” Porque hay que alejar la protección judicial que a lo mejor reconocía que tenías derecho a darle de comer a tus hijos, a pagar la hipoteca, a la cerveza del domingo y el paseo con tu mujer y las manos enlazadas.

España huele a Franco. Putrefacto tal vez pero paseando en coche descubierto. A represión huele. A cuarenta años sabe el tiempo. A bota militar. Impasible el ademán. A camisa que tú bordaste en rojo ayer.

¿Nació la reforma laboral en el Valle de ciertos caídos? Dice Esperanza Aguirre que no, que al contrario, que la reforma laboral certifica la muerte definitiva de Franco. La reforma laboral termina “con el último vestigio del franquismo”, dice la presidenta del kilómetro cero. Por eso se le puede llamar vagos a los profesores, terroristas a la muchachada del 15-M, hijos predilectos a los Legionarios de Cristo, a Comunión y Liberación (No confundir con los peligros comunistoides de la Teología de la Liberación), se puede privatizar la sanidad, se puede recortar la enseñanza, despedir interinos.

Aquel veinte de noviembre la libertad hizo de España una luz interminable. Creímos que los derechos crecían en las macetas de la alegría. Creímos en el futuro como un pan bueno. Cuántas cosas creímos. Nos engañó Arias Navarro. Franco seguía vivo por la sierra madrileña. Hasta ahora. Cuando el mundo del trabajo parece obligado a construir otro cuelgamuros para el faraón CEOE. Cuando los sindicatos, cuando el despido, cuando la enfermedad, cuando la huelga. Ahora resulta que enterramos los derechos junto al cadáver conservado en la nevera.

Esperanza Aguirre, moderna de plasma, actual de TDT. Lo ha dicho la emperatriz de Lavapies: por fin, Franco ha muerto.

Rafael Fernando Navarro es filósofo
http://marpalabra.blogspot.com