Los alcorconeros hemos tenido la suerte de que en este 2012  se haya dado una alineación astral que ni los mayas se atrevieron a poner en su calendario apocalíptico. A la llegada de David Pérez a la Alcaldía se ha sumado la victoria de Mariano Rajoy y la carambola de Ana Botella. Todo aliñado con el salero de la presidenta, Esperanza Aguirre. Era obvio que nada bueno podía salir de esta macedonia.

Encaramado a ese balcón público que es Twitter, el alcalde de Alcorcón se ha disfrazado de José Isbert (aunque sin sombrero andaluz, que tampoco es plan de estropearse el look de Nuevas Generaciones) y nos ha prometido a los vecinos ¡300.000 empleos! gracias a un megacomplejo de doce hoteles, con sus casinos y campos de golf.

Para no levantar envidias, los alcorconeros estamos dispuestos a compartir este maná. Total, apenas llegamos a los 170.000 habitantes y tampoco es plan de coger los trabajos de dos en dos. Aquí somos así porque en Alcorcón nos sobra de todo. De hecho, la propuesta de nuestro alcalde es lógica porque tenemos metros cuadrados para dar y regalar. Sobre todo después de que él anulase el proyecto de construir un nuevo ensanche de vivienda pública. ¿Quién quiere tener derecho a una casa cuando puedes conseguirla jugando al Black Jack?

Las similitudes con la película de Berlanga acaban aquí. No sólo porque David Pérez no tenga ni de lejos el gracejo del alcalde de Coria del Río, sino porque los americanos de Bienvenido Mr. Marshall traían, supuestamente, dólares en sacos para repartirlos entre el pueblo español. En cambio, el yanqui que nos propone  este negocio nos pide poder saltarse alegremente nuestras leyes y que encima le paguemos el festín.

Aguirre ya ha dicho que convencerá a Rajoy para modificar “la normativa que haya que cambiar” a petición del magnate Sheldon Adelson, que es quien ha pergeñado esta idea. Este cambalache incluye reformar leyes como la del Juego, para permitir el acceso a menores y ludópatas; el Estatuto de los Trabajadores, para crear empleo precario; o la Ley de Extranjería, para poder facilitarle el traer trabajadores “foráneos”. Un término que significa “extranjeros” y que Pérez y Aguirre deben desconocer, dado su empeño en prometer trabajo a los “autóctonos”.

También pide reformar la ley sobre el blanqueo de dinero, que se le perdone pagar las tasas a la Seguridad Social, los impuestos sobre la renta y sobre los bienes inmuebles. A cambio, nosotros tendríamos que ponerle Metro, Cercanías, AVE y helipuertos, además de avalarle con nuestro dinero para los préstamos que tenga que pedir. Vamos, una ganga.

El dineral que costaría la gracia podría invertirse en contratar más profesores en Madrid, para evitar el fracaso escolar; o en Sanidad, para reducir sin trampas las listas de espera; o en Dependencia, para que quien lo necesite reciba una atención digna.

Todo esto, no sólo genera empleo de calidad, sino que mejora la vida de los contribuyentes. Pero, a largo plazo, lo que interesa no son ciudadanos formados y sanos. Sale más a cuenta facilitarles el acceso a nuevas adicciones, nuevas distracciones, más opio, caspa y pandereta. Así luego es más fácil ganar elecciones, o que un tribunal popular te absuelva. Es cuestión de probabilidades, sólo eso.

Marcos Paradinas es redactor jefe de El Plural