Esta Diada será la más dispersa se toda la historia reciente de Cataluña. Los partidos la celebran por separado, las celebraciones duran tres días e incluso la manifestación independentista tiene lugar en cinco ciudades a la vez. ¿Unidad? Menos que nunca.

El proceso soberanista ha conseguido, después de cinco intensos años de machacar a la población, todo lo contrario a lo que se proponía. Esta Diada será la más desunida tanto por los que forman parte de él, como para las formaciones que no son independentistas.

Al final, lo que cuenta es ser de derechas o de izquierdas

El acto celebrado este viernes en Sant Boi, en memoria del que tuvo lugar hace cuarenta años y que marcó un hito histórico al ser la primera Diada tras el franquismo, ha sido el primer signo de la reubicación política que se vive en tierras catalanas a día de hoy. Esquerra, las CUP y Podemos comparecían ante un público que se reclama de izquierdas e independentista. Excluidos del mismo, los miembros de la ex Convergencia se quejaron amargamente al no haber sido invitados. Pero los convocantes tenían claro el perfil que deseaban para éste mitin – que no otra cosa es lo que fue, incluso se diría que un acto pre electoral -, y no deseaban mezclar churras con merinas. Partidos de derechas, no, gracias.

Se rompía así la tan traída y llevada transversalidad independentista de la que se ha llenado la boca Artur Mas. Aunque de nacionalismos se trate, la dicotomía izquierda-derecha acaba siempre imponiéndose. Esquerra, que marca su propio terreno, consciente de que Convergencia, bueno, el Partit Demócrata Català, provisional, tiene las horas contadas, aspira a ocupar la posición del partido de Jordi Pujol. Tal pretensión es, como poco, peregrina, porque el electorado convergente siempre fue de derechas, a lo sumo, liberal. Y ése espacio, huérfano a día de hoy en el ámbito del proceso, no puede ocuparlo una Esquerra que se apunta a experimentos con los podemitas o las CUP.

Oriol Junqueras, que estuvo más mitinero que nunca, se desgañitó apelando a la desobediencia, cuando sabe mejor que nadie que si no llama al ministro Montoro, no pagará la nómina de los funcionarios de la Generalitat. Pero como los políticos catalanes, y los españoles también, ojo, viven de cara al teatrillo, mantuvo la farsa de que la república catalana estaba más cerca que nunca, cuando todo el mundo sabe que lo único cercano son las facturas que tiene el gobierno catalán por pagar, pudriéndose en los archivadores.

Las intervenciones de Anna Gabriel, por parte de los cupaires, así como la de Albano Dante, líder de Podemos en Cataluña, excusamos repetirlas por lo que de sabido tienen. Lo quieren todo, ahora y gratis.

Eso, por no hablar de que en las cinco manifestaciones convocadas por la ANC y Ómnium están rebañando el fondo de su censo para que la cosa quede, más o menos, disimulada. Han pasado de decir que a sus actos acudían millones a asegurar que, por lo menos, habrá trescientas mil personas. Claro que, desde la Diada de 1977 en la que se pedía el retorno del MH President Tarradellas - ¡si ése hombre levantase la cabeza! – en la que se cifró el número de asistentes en un millón, cuando todo el mundo sabe que no cabe tal multitud en el Paseo de Gracia que es donde se celebró, aquí cualquiera puede decir lo que le dé la gana en materia de la capacidad de ubicar seres humanos que tiene un metro cuadrado.

¿Y el resto de partidos, que harán?

Pues, rota la unidad que suponía celebrar una festividad que debía ser de todos los catalanes, los del PP harán un acto ante el monumento, precisamente, a Tarradellas, los de Ciudadanos han hecho una paella popular – dicho sea sin doble sentido – y los socialistas han manifestado que irán solamente a los actos oficiales.

Esos actos se limitan, básicamente, a la ofrenda de flores ante el monumento a Rafel de Casanova. Ofrenda en la que participan entidades de todo tipo, desde el Govern y los partidos, hasta el Barça o el Español, pasando por asociaciones culturales e incluso, ¡oh sorpresa!, Plataforma x Catalunya, que acudirá a depositar su ramo como cualquier otro. Con toda seguridad, TV3 y la radio pública catalana nos cantarán las excelencias del festejo, hablarán a las supuestas masas enardecidas y vibrantes, nos mostrarán niños con esteladas, abuelitos llorando, familias cantando Els Segadors con emoción patria, vaya, el No-Do de cada año. Propaganda gubernamental que ya no consumen ni los suyos, puesto que la televisión pública catalana ha caído en picado por lo que a audiencia se refiere.

Lo dicho, cada uno por su lado, y Dios en la de todos. Un signo de los convulsos tiempos a los que nos ha llevado la huida hacia la nada de los convergentes, que ha fragmentado la solidez tradicional de Cataluña, convirtiendo a su mapa político y social en una ensalada Baudelaire de amargo gusto y nula frescura.

Por cierto, añadir que Rafel de Casanova, el protomártir funcionario, luchaba por el rey de España, solo que el suyo era el Austria y no el Borbón, como queda patente en su exhortación a la defensa de Barcelona ante las tropas del Duque de Berckwick. Murió tranquila y cristianamente en su casa de Sant Boi, años después de la conquista del Principado por Felipe V, ejerciendo sus funciones sin el menor problema.

¿Desunión? Mucha. Y desinformación calculada, también.