Hasta ahora había sido un secreto a voces, pero ahora ya es una realidad. La candidatura de Artur Mas a la Presidencia de la Generalitat no cuenta con los apoyos ni de Raül Romeva ni de Oriol Junqueras. Ir en el número cuatro puede costarle a Mas su carrera política.

“¿Y ahora qué hacemos, president?”
El mismo día en el que la Guardia Civil efectuaba el registro en las sedes de Convergencia y de su fundación, la Catdem, un nerviosísimo Oriol Junqueras telefoneó a Artur Mas. Los viejos temores del líder republicano se habían materializado. Había dicho por activa y por pasiva que no admitiría ir con ningún partido salpicado por la corrupción. Sabido es que Junqueras aceptó la coalición con Mas, cediendo al chantaje de éste, que amenazó con no convocar las elecciones para éste septiembre.

La conversación entre ambos fue tensa, según personas próximas al entorno de los dos dirigentes políticos. “¿Y ahora qué hacemos, president?”, le espetó el republicano a bocajarro. Artur Mas le contestó bastante subido de tono diciéndole que cuidado con echarse marcha atrás o hacer alguna declaración pública contra Convergencia. Junqueras le contestó que no pensaba hacerlo porque eso dañaría al proceso. Y cumplió su palabra. Buena muestra de ello fue la actitud de Esquerra y de Marta Rovira, suportavozparlamentaria, en la comparecencia de Mas en el Parlament sobre éste asunto. Más dóciles que un gato de angora.

Pero, cuando colgó el teléfono, Junqueras habló con el número uno de la lista, Raül Romeva y ése mismo día se vieron. La desazón por el último escándalo de financiación ilegal de CDC en ambos era la misma. Se pusieron de acuerdo. Había que dar sensación de unidad, no abrir frentes y ganar las elecciones. Después, ya se vería. A lo largo de éstos días de campaña, la idea de que Mas era un estorbo más que un activo, fue cobrando forma con los diferentes sondeos y encuestas. Junts pel Sí ganaba, pero sin mayoría absoluta. Eso obligaba a pactar, y el aliado mejor eran las CUP. Con David Fernández era difícil tratar acerca de arrinconar a Mas, pero con Antonio Baños, el candidato, no.

Los Idus de septiembre…

Con las CUP es mejor
Lo que se comenta con indignación en círculos convergentes próximos a Artur Mas es lo siguiente. En el caso de que Junts Pel Sí no obtuviese mayoría, las CUP apoyarían solamente la propuesta de un gobierno de coalición en el que ellos tuvieran presentes y en consellerias importantes, como economía o interior; asimismo, la condición sine qua non es que Mas no debe ser president ni tan solo conseller. Baños apuesta por Romeva como president y dos vicepresidencias, una para Junqueras y la otra para él. Si otras formaciones como Catalunya Sí que es Pot se suman, decidirán de común acuerdo que papel se les otorgaba. Según dichas fuentes, que califican como traición a éste posible acuerdo, Romeva y Junqueras habrían estado de acuerdo.

La respuesta de Mas es, curiosamente, muy parecida a la de sus socios de coalición. Dejar pasar las elecciones, no decir nada que pueda dar la imagen de una candidatura fracturada, ganar por mayoría absoluta – lo que desmontaría la operación contra él – y luego pasar cuentas. En caso contrario, Mas asegura, siempre según fuentes cercanas a él, que plantearía en una cumbre con Romeva, Junqueras y Baños el hecho de romper el grupo parlamentario como un error. Repartiendo consellerias entre todos, Mas piensa que conjuraría el peligro. Francesc Homs sería el peso fuerte de ése hipotético gobierno de transición nacional, y sus tres hombres del aparato, Rull, Colominas y Turull llevarían las riendas del mismo.

Hace tiempo que el núcleo fuerte, el pinyol, de Mas viene advirtiendo de la posible “traición” de Junqueras y Romeva. Las ambiguas declaraciones del último acerca de quién ha de ser president, el debate pactado a espaldas de Mas entre Junqueras y el ministro Margallo, las antiguas experiencias con Esquerra en épocas del Tripartit, han hecho que ésta sea una campaña en la que los recelos, las medias verdades e intentar ocultar a la opinión pública lo que se esconde tras Junts pel Sí sea una constante.

Si Mas no tiene otra intención que la de ganar tiempo para ver cómo queda el parlamento español y poder jugar la carta del pacto con un gobierno sin mayoría en Madrid, cosa que él mismo ha reconocido en entrevistas, sus socios lo ven de otra forma.

Sea como sea, la cacareada unidad es tan frágil como la línea que separa los deseos de la realidad. Muy frágil. El domingo saldremos de dudas.