Artur Mas y su mujer, Helena Raskonik, celebrando el triunfo electoral de CiU en las elecciones catalanas de noviembre de 2010 (EFE)



La primera anomalía es que el candidato a presidir la Generalitat por Junts pel Sí no es el número uno de la lista. Mas ha sabido ocultarse en un cómodo número cuatro, poniendo por delante a Romeva, Muriel Casals y Carme Forcadell. Con eso cumple un doble objetivo: alardear de que su candidatura es transversal – Romeva y Casals provienen de las filas del comunismo catalán y Forcadell de Esquerra – y no dar la cara en los debates. Sus spin doctors saben que, en un debate normal y democrático, lo lógico sería que Mas diera cuenta de su gestión.

Como lo único que ha hecho ha sido recortar en lo público, endeudar el triple a la Generalitat, conseguir que los Bonos de ésta sean bonos basura, ir pagando nóminas con las aportaciones que le da el estado y gastárselo todo en fomentar el independentismo, es mucho más sencillo que vaya Romeva o Germà Bel o quien sea a debatir y hable solamente de lo bonita que será Catalunya a la que consiga la independencia.

Sabedores de que hablar de sentimientos sitúa a Mas en el terreno de lo irracional, y le permite evitar la cruda realidad de su fracaso como gobernante, ésta campaña ha sido diseñada por CDC como una auténtica cortina de humo. Banderas y más banderas y nada de hablar de números.

Josep Borrell ha sido una de las víctimas del Ausente Mas: fue vetado en TV3, cuando le iban a entrevistar acerca de un libro que refuta los datos que suministran alegremente los publicistas de Mas. Hay que dividir a los catalanes entre buenos y malos, los que apoyan a Mas y los que no. Los tertulianos adictos a Mas llevan muy bien escrito el guion: no nos quieren escuchar y no nos hacen caso. Iu Forn en La Sexta a Bernat Dedéu en Cuatro - ¿no decían que los medios españoles no llevaban a indepes? – repetían lo mismo que hemos escuchado a Romeva en su debate con Albiol: solo si ganamos el estado se sentará a pactar.

Mas está ausente, pero tiene numerosos pregoneros que dan la cara por él.

Policía bueno, policía malo
La estrategia de Mas pasa por repartirse los papeles. ¡Hay tanta gente en su lista! Son como los personajes en busca de autor, de Pirandello. En un mitin reciente, el líder convergente asumió el rol de Pujol más bronco. Si el ahora confeso delincuente fiscal dijo en su día “¿Qué coño es eso de la UDEF?”, su hijo político, Mas, dijo de España “¿Qué coño de democracia es ésta?”. De entrada, la que le permite presentarse declarando abiertamente que piensa romper el ordenamiento legal.

Mientras él asume el papel de poli malo, Oriol Junqueras o Romeva hacen de buenos chicos. Ponen carita de pena, dicen que España maltrata a Catalunya y que ellos, en cambio, la aman muchísimo. Algo parecido a lo de Dedéu en Cuatro, cuando aseguró que cómo iba él a odiar a España, si tenía raíces navarras.

Forcadell es más osada. Ha asegurado que, en una Catalunya independiente, las mujeres serán por fin libres del yugo machista y las abuelas no tendrán que hacer de canguros. Esto tiene mérito: CDC, durante décadas, mantuvo el Instituto Catalán de la Mujer presidido por Jordi Pujol.

Buenos o malos, listos o tontos, todos son de la misma comisaría.

El Gran Hermano nacionalista
La mixtificación de TV3 se ha incrementado brutalmente. No tan solo dedicó una retransmisión al acto de inicio de campaña de Junts pel Sí – que no otra cosa fue la manifestación del pasado once de septiembre –  sino que, presionada por la Junta Electoral, ha ofrecido a desgana el mismo tiempo a los partidos contrarios a la independencia para que hagan lo que quieran.

Locutores de Catalunya Ràdio se jactaban en antena de que acudirían a la manifestación. En un programa de música clásica, verbigracia: un colaborador acabó balbuceando que él estaba fuera de Barcelona y por eso no iba. El locutor, ufano, dijo que ya sabía que dicho señor no era mucho de manifestaciones, pero que él pensaba acudir. El honor del programa estaba salvado. Orwell se quedó corto con éstos chicos.

La consigna es: caña a los socialistas, a los populares y a los de ciudadanos, porque son españoles, y el resto o no existe o son unos traidores como Espadaler, el candidato de Unió.

No es pensamiento totalitario, es un único pensamiento: ganar al precio que sea. Incluso al de fracturar un país, Catalunya, y un estado, España. Y todo por la cartera. La suya, claro.