La muerte repentina siempre conmociona. Que una mujer de 59 años muera tiroteada por otra mujer es un suceso terrible. Que la fallecida se llame Isabel Carrasco y sea un alto cargo regional del PP no debe alterar los sentimientos. Es de bien nacidos dolerse por las personas, no por las siglas. ¿O es al revés? La muerte tampoco debe hacer caer un manto de silencio sobre la difunta ni dejar de escribir sobre polemicas.

Desconozco el móvil o los móviles porque la investigación sigue abierta, pero deben ser graves para poner de acuerdo a una madre y una hija, que también son del PP, en la ejecución de un crimen. Todo indica que se trata de una venganza personal, no de un crimen político. Es decir: Isabel Carrasco no fue asesinada por ser líder regional del PP ni por ostentar la presidencia de la Diputación de León. No la han matado por sus ideas, sino por algún hecho concreto que de momento ignoramos.

El asesinato de Isabel Carrasco, lamentable y triste, ha servido para que la Brunete tuitera, acompañada de tertulianos y articulistas de nulo rigor periodístico, aprovechen para mezclar churras con merinas y señalar a Ada Colau, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, los escraches, la revista El Jueves, al Gran Wyoming y al Sursuncorda como creadores de un clima de odio contra los políticos. ¿Quién está faltando el respeto a la víctima y a su familia? ¿Quiénes son los propagadores del odio? ¿Quiénes los manipuladores?

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