Nicomedes Fernández Rubiano y José María Martín García eran mineros y sindicalistas en la explotación de Río Tinto. Fueron ejecutados sin más por la unidad militar especial Harca de las tropas franquistas el 10 de febrero de 1938 en una cuneta de la carretera onubense de El Álamo. Creyeron en la promesa de los golpistas de que sin delitos de sangre nada les iba a pasar. Sus restos recibirán sepultura en el cementerio sevillano de Osuna. Santiago Fernández, sobrino de Nicomedes, relataba a ELPLURAL.COM que su tío “se entregó para evitar que maltrataran a su madre y a sus hermanas. Le asesinaron”.

Nicómedes Fernández Rubiano



En la aldea donde les mataron, El Álamo no vive más allá de un centenar de personas. Pertenece a la cuenca minera de Huelva pero se encuentra en la provincia de Sevilla. Allí, en la carretera que va a Villargordo, los mataron a los dos. Los dejaron en la cuneta. “Mi tío Francisco, cavó la fosa y allí metió los cuerpos perfectamente alineados”.

Dejaban flores cuando no les veían
Piensa Santiago Fernández que seguramente sería un día de agua porque “lo envolvió en un capote de trabajo de los que están en campo, un capote de ganadero, de hule. La fosa estaba localizada porque la hermanita de Nicomedes, había estado allí con poco más o menos seis años y contaba que cuando no les veían le dejaban flores y un rosario y recordaba la zona.

El destierro
Nicomedes era dirigente socialista local de CNT. Trabajaba en la minas de Río Tinto y era sindicalista. “Tengo una documentación de la RioTinto Minera Company, una nota escrita en inglés que refiere que participó en un encuentro a tiros con la guardia de la mina y durante la huelga del 4 de octubre de 1934. A raíz de estos sucesos, tanto él como su hermano Benito fueron desterrados de Nerva”, explica Santiago.

Readmitidos en la mina
Se marchó toda familia. La mujer de Benito en estado de su tercer hijo. Han sabido que también José María Martín, el buen amigo y compañero sindical de Nicomedes había sido despedido. “Les readmiten gracias al decreto de amnistía y a mi tío Benito y a José María les indemnizan. El 10 de julio de 1936 se reincorporó Nicomedes, pero apenas una semana, porque su último día de trabajo fue el 17 julio de 1936. Huye, aunque Nerva no es tomada por las tropas golpistas hasta el 16 de agosto de 1936.

Trabajos de exhumación en El Álamo



El bando de Queipo
Marchó al monte en dos ocasiones y en ambas buscó refugio en el domicilio de la familia. En 1937, el general Queipo de Llano proclama un bando especial para la zona de guerra. Simplemente haciéndolo público en las plazas de cada localidad se implementaba el “estado de guerra” con consecuencias terribles, cualquier rumor, cualquier denuncia… llevaban a la muerte, muchas veces de la mano de vecinos y conocidos.

Temía que las hermanas fueran maltratadas
“Te van a asesinar en cualquier momento, vuelve a casa”, le decían la madre y las hermanas a Nicomedes. Pero lo que de verdad le hace tomar la decisión es que al hilo del bando de guerra, las presiones sobre la familia eran terribles. “Mi tío tenía miedo de que maltratasen a su familia, a las hermanas solteras, que las pudieran hacer cualquier cosa buscando su paradero.”

Sin sangre en las manos
“Su hermano Benito ya había sido asesinado cuando él se entregó, dejando a dos hijos y un tercero por nacer.” Como tantos otros, Nicomedes creyó la promesa de que quien no tuviera las manos manchadas de sangre no tenía nada que temer. Acudió al cuartel de Nerva el 9 de febrero de 1938. Le acompañó su hermana Plácida, la mayor. Y no se sabe si fue también con José María Martín porque unas horas después yacían los dos en la cuneta.

La Harca pudo ser el brazo ejecutor
¿Quiénes fueron los ejecutores materiales? Cree Santiago Fernández que probablemente fuera una unidad especial procedente del ejército español en Marruecos denominada la Harca, de la que en la zona se contaban dos, la comandada por el capitán de la guardia civil José Robles Alés y la que dirigía otro mando apellidado Montijano. Estas tropas estaban especializadas en luchar contra actividades de la guerrilla.

Trabajos de exhumación en El Álamo



Santiago prometió que rescataría el cuerpo
Durante 77 años, Nicomedes Fernández permaneció en el recuerdo de sus seres queridos y en la tierra que le acogió junto a la carretera. Pero a Hipólita que tenía 18 años cuando pasó todo le dolía en el alma la injusticia del abandono en que se encontraban los restos de su hermano y le hizo prometer a su hijo, Santiago, que rescataría el cuerpo.

Mucha gente buscando
Mucha gente ha intervenido en conseguir la exhumación de los dos mineros, dos historiadores, el Ayuntamiento de Osuna; la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica; el grupo de trabajo de la CGT 'Recuperando la Memoria Social de Andalucía´ y la Asociación Memoria Histórica y Justicia de Andalucía.

Operación ejemplar
“En noviembre de 2011 un equipo de arqueólogos de la Asociación para la Recuperación de la Memoria (ARMH) se desplazó desde El Bierzo (León) a la localidad sevillana de Él Álamo tras la petición de Santiago Fernández. Buscaron durante tres días hasta localizar la fosa.”, relata la ARMH. Cecilio Gordillo del grupo de CGT, relata que la operación fue ejemplar en cuanto a coordinación y buena voluntad: “intervino la guardia civil, se exhumó y el juez del distrito de Sanlúcar la Mayor autorizó que se realizará en Ponferrada la analítica”.

La familia de José María
Y aquí viene la historia de José María Martin. Santiago Fernández dice que fue todo rocambolesco: “Este hombre era natural de Villalba de Alcor, provincia de Huelva. Un funcionario del pueblo descubrió que un hermano pequeño de José Maríase había casado en la Puebla de Cazalla. Mi hermana es peluquera en Dos Hermanas y le comentó la búsqueda a una clienta de Puebla de Cazalla. Gracias a ella localizamos a una sobrina llamada Encarni Martin. Ella estuvo aquí ayer. Su padre ya ha muerto y comentaba que si viviera estaría hoy loco de alegría. Pero no tiene siquiera una foto de su tío.

Humanizar a las víctimas
Por la tarde, en el cementerio sevillano de Osuna, Nicomedes y José María volverán con los suyos que les darán sepultura. Se cierra así para ellos una historia de 77 años que empezó con un golpe de Estado. Paralelamente a la inhumación, se celebran unas jornadas memorialistas. A Santiago Fernández le quedan dos tareas pendientes: localizar a su tío Benito, el hermano de Nicomedes. Y conseguir una fotografía de José María Martín “porque tenemos que darle humanidad a las víctimas”.