Cuando se unen la falta de profesionalidad y rigor de Marhuenda y Lomana en el desarrollo de su faceta periodística, con el desconocimiento que Victoria Prego tiene, ha tenido y tendrá de la sociedad y de la historia política española, sucede que el electorado prefiere ver otra no menos ridícula oferta televisiva llamada Masterchef.

José María Aznar llegó y se presentó a modo de nueva promesa deportiva para el mercado español. Responsabilidad, conciencia, partido y honor. Es decir, que a modo de versado futbolista, nos dejó clara su prepotencia, argumentando que todavía es capaz de meter muchos goles. Nada criticable. Un susto que pasará.

Sería muy fácil arremeter contra el desconocimiento pautado y metódico de los arrendadores, que les eximiría hasta de la falta de responsabilidad que demostraron. Sin embargo, lejos de eso, lo voy a hacer más divertido y contaré un secreto. El secreto que pocas personas conocen y que me une a Don José María Aznar.

Hace ya unos pocos años sufrí un extraño accidente sobre el que todavía me hago muchas preguntas. Hice lo que ni Olvido Hormigos en su faceta Pepita piscinas ni nadie todavía en el mundo que yo tenga referencia ha conseguido. Salté y volé con una falta de precisión tal, que caí al cemento en lugar de en el agua. Huesos propios, tabique nasal, ceguera temporal y, desde ahí hasta los pies, me lo rompí todo.

El cobarde de mi hermano, menos listo y más pequeño que yo se tuvo que ir a dormir a casa de la vecina hasta que mis padres le pudieron convencer de que aquella cosa que estaba en la cama, era su hermano y no un inmóvil monstruo que se le quería comer.