El 8 de octubre de 1989 un artículo titulado 'Los padrinos de la Ría de Arosa' firmado en La Vanguardia por los periodistas de investigación Eduardo Martín de Pozuelo y Jordi Bordas, señalaba: “El contrabando de tabaco, socialmente aceptado, deriva hacia la cocaína”. “Esa era la certeza que entonces ya se veía la zona cuando estuvimos allí preparando este reportaje. Sorprende que el señor Nuñez Feijóo no conociera esa Galicia que ya antes de los 90, todos veían”, comentaba Eduardo Martín a ELPLURAL.COM. En este artículo, los periodistas mencionaban a los grandes del tabaco y entre ellos a Marcial Dorado, el contrabandista con quien el presidente de Galicia se fotografió unos años después, en 1995 cuando aún solo era el número 2 de la Consellería de Sanidad.

El reportaje de Martín de Pozuelo y Bordas decía así: “Los grandes apellidos del tabaco fueron poco a poco conocidos por personas que hasta aquel momento jamás habían oído hablar de ellos, ocupando un lugar destacado en la vida social y política de las Rías Bajas. Este es el caso de Vicente Otero, Terito; Manuel Carballo; Luis Falcón, Falconetti; José Ramón Barral Martínez, Nene; o Marcial Dorado”.

Cercanos a AP y admirados

“Lo que era curioso era ambiente de la época, con mucha vinculación en algunos casos a Alianza Popular, como Nene que fue alcalde de Ribadumia por ese partido. O Terito, muy conocido también en su relación con AP. Era gente muy famosa y hasta admirada como José Ramón Prado Bugallo Sito Miñanco que presidió el club de futbol de Cambados que bajo su mandato ascendió a Segunda B”, relató a ELPLURAL.COM Eduardo Martín de Pozuelo.

Del tabaco a la cocaína

En cuanto al paso del tabaco a la cocaína fue “un hecho simple y meramente económico. El tabaco les producía pingues beneficios que no disimulaban. Lo compraban y embarcaban en mercado libre de Amberes, pero la gestión de compra- venta la hacían en una oficina central en Suiza a la que todos acudían. Eran los intermediarios de las grandes compañías tabaqueras. Amberes era el puerto franco. Salía un gran barco cargado de tabaco con rumbo oficial, por ejemplo, un país africano. Se paraba a veintitantas millas de distancias de la costa gallega y los contrabandistas salían en lanchas rápidas con tres y cuatro motores pintadas de oscuro sin luces, con dirección al barco que llevaba la mercancía. La gente que las pilotaba ganaba un dineral, eran gente del pueblo. Cada familia de contrabandistas desembarcaba su cargamento ya pagado previamente, lo metían en sus hangares y distribuían el tabaco. Lo hacían de tal modo que no superara la multa administrativa pues se trataba de un fraude fiscal. Pero todo cambió con la cocaína y el hachís que es lo que anunciábamos en el reportaje citado. Y ese cambio también fue perfectamente percibido por la sociedad gallega que quería saber. Era imposible no tener noticia de lo que sucedía a poco que se preguntara. Claro que una cosa era el conocimiento popular y periodístico y otra la prueba penal que llegaría más tarde”.

El italiano que cambio el mercado en 1986

Recuerda el periodista que "en aquella época a Villagarcía de Arosa se la conocía como Villagarcía de los Mercedes, de la cantidad de coches de lujo que se veían. Era obvio y ostentoso y se notaba a simple vista quien era contrabandista y quién no”, sostiene Eduardo Martín de Pozuelo. “Esa es la Galicia que Feijoo asegura que no distinguía”. “A los contrabandistas, el tabaco les dio dinero como antes se lo había dado el café o las camisas de nylon traídas de Portugal… Pero entonces (hablo de unos tres años antes de que hiciéramos este artículo, hacia 1986), llegó un italiano de Nápoles, de la Camorra y les cambió el negocio para convertirlo en el mismo que desde tiempo atrás se hacía en Italia donde ya habían pasado del tabaco a la droga, de tal suerte que por el mismo riesgo incrementaron los beneficios exponencialmente. Sustituyendo digamos 500 cartones de tabaco, por 10 kilos de cocaína pasaban de ganar miles a millones por alijo, por viaje. La infraestructura logística era la misma, los mismos barcos, los mismos pilotos, la noche... Conectaron con colombianos y empezaron a dejar de ser tolerados, para ser señalados por la sociedad civil como criminales y… todos les conocían”.

De aceptados socialmente a señalados por “narcos”

La droga cambia todo: “Eran transportistas y tenían una gran red comercial para el tabaco y la adaptan para la droga. Pero los viejos contrabandistas sufrían una fuerte presión policial y judicial que les llegaba de Madrid. Su declive real comenzó en 1990 con la operación Nécora que tuvo un efecto tremendo. A partir de entonces ya se les señala con el dedo por la calle, la prensa habla abiertamente de ellos, les llaman traficantes de droga y aumenta la presión social con fuerza si cabe mayor que la presión penal (que por otra parte fue muy grande, con un 80 por ciento de condenas). Ya no se les veía como gente rica y lista sino como tipos que mataba a su juventud. Las críticas a Garzón por diferentes motivos impidieron ver el impacto social y real que tuvo aquella operación anti narcos”.

Marcial Dorado entró más tarde

“En este paquete estaba Marcial Dorado. Aunque fue de los últimos que entraron en la droga, contaban entonces. El tabaco lo manejaba muy bien y le rendía muchísimo. Era muy conocido como contrabandista. Ibas allí y preguntabas de modo soterrado: “¿Quién mueve aquí?” Y te decían Sito Miñanco, Los Charlines y al final siempre citaban a Marcial Dorado.”, recuerda Eduardo Martín de Pozuelo.

“La entrada al tráfico de droga de estos personajes fue paulatina: Un día, unos empiezan a traficar drogas, su ganancia se multiplica y el vecino queda en ridículo. Así que ese vecino se acaba apuntando también y de este modo todos entraron en la coca y en el hachís”.

Lo sabían todos

¿Cuál era el papel de Dorado en 1995 cuando pasea en yate con Feijóo? “Desde mi punto de vista en ese momento Marcial Dorado no era nada más que una persona que tenía problemas fiscales, pero extraoficialmente, periodísticamente, ya lo situábamos como uno de los grandes contrabandistas de tabaco que se pasaba a la droga. Sucede que la investigación era nuestra, periodística, y a falta de pruebas penales no nos quedaba otra que informar de manera sutil sobre que la cocaína empezaba a entrar en el negocio de los contrabandistas tal como ahora sabemos que así fue. Y si todo eso lo sabíamos en 1988/1989 Bordas y yo, dos periodistas llegados de Barcelona y además lo sabían los periodistas gallegos lo mismo que una parte de la sociedad de Pontevedra y A Coruña, con más razón podía saberlo alguien que estaba en el Gobierno de allí”.

¿Y Feijóo no se enteraba?

Dice Martín de Pozuelo que “las pateras salían de noche y por la mañana estaban en el puerto. La gente del pueblo te identificaba de quien era cada una. Y la guardia civil las conocía también. Pero una cosa era la demostración penal que era muy compleja, y otra el conocimiento real de aquello. El servicio de vigilancia aduanera el SVA, sabía muchísimo. Como muchos eran gallegos, incluso de niños habían estudiado con los traficantes. Fuimos testigos de conversaciones en los bares en que miembros del SVA le decían a otros compañeros de colegio y a la sazón pilotos de patera: “Esta noche te voy a coger, Manoliño, esta noche no te escapas”. Eso sí, el del SVA podía ganar 25.000 pesetas al mes y el traficante 25.000 pesetas al día. En ese mundo también vivía Feijóo ¿y no se enteró? Extraño, muy extraño. En 1995 cualquier persona vinculada a la sociedad de las Rías Bajas sabía quién era Marcial Dorado perfectamente.