"Una cosa es que algunas prácticas de Dívar estén en la frontera de lo reprobable y que también resulte discutible si debía haber pasado algunas facturas al Erario Público y otra cosa bien distinta que haya motivos objetivos para pedir el relevo de la cuarta autoridad del Estado", según  proclama el editorial del rotativo que se jacta siempre de ser justiciero, caiga quien caiga.

Pero es bien sabido, y conviene no olvidarlo, que la dimensión justiciera de Ramírez con frecuencia empieza y termina en función de sus intereses personales o corporativos, por lo general más orientados ideológicamente hacia la derecha que no hacia la izquierda.  Si Dívar fuera un progresista cazado por sus irregularidades, sus mentiras y su absoluta falta de sensibilidad acerca de un comportamiento ejemplar  que es, sin duda, exigible al número 1 de la justicia española, El Mundo  estaría pidiendo a gritos su cabeza.

Para defender a Dívar, se añade en el editorial de hoy esta significativa reflexión: "Ya sólo nos faltaría ver en los titulares de la prensa europea que es destituido por corrupción el máximo representante del poder judicial, algo que probablemente no les importa a quienes promueven su marcha". El tufillo patriótico y casposo que se encierra en estas consideraciones recuerda los editoriales del diario Arriba o Pueblo, durante la dictadura franquista.

Agarrarse a la Patria como coartada es un recurso que no para de hacer suyo el Gobierno Rajoy. Ha resucitado el conflicto con Gibraltar, ha vejado a Argentina, ha acusado a Rubalcaba de atacar a España y, mientras,  el ministro de Defensa, Morenés -que huele a la naftalina de la Restauración canovista-, recupera aquella estremecedora España de los bien nacidos y la de los mal nacidos. Ahora la culpa de los vergonzosos errores de Rajoy ante la crisis, resaltados por la prensa internacional, la tendrá el PSOE.

Y para Ramírez lo que está en juego no es Dívar, sino " la lucha por el control del órgano de gobierno de los jueces, clave para los nombramientos en los altos tribunales". Por supuesto, el culpable de esta nueva conspiranoia parece ser también Baltasar Garzón, al que odia desde hace muchos años  Ramírez, porque no quiso  ser prisionero de los tejemaneses y redes del director de El Mundo.