Sólo Fátima Báñez reía a mandíbula batiente. Mi mirada quedó posada sobre ella preguntándome si era ella. Una ministra de Empleo a cuatro días de una huelga general no podía estar tan toscamente feliz.

Había tenido ya una experiencia en otra dimensión tras verla vociferar en la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados. Respetuosamente le dije a alguna persona cercana a su partido que alguien debería enseñarle a no gritar de esa forma en el templo del legislativo.

Fátima Báñez convirtió el Congreso de los Diputados en una especie de mitin de plaza del pueblo, espetando sin remedio, vocablos superpuestos, gritos sordos y rasgados, casi insultaba con la mirada y el discurso.

Son tan efímeras sus palabras que una brizna de viento se lleva las respuestas. A cualquier pregunta espeta que más de cinco millones de parados avalan, con uve, su decreto.

Menos mal que sabemos que es tan solo, con esa levedad que le caracteriza, un cordero con piel de cordero. Tras ella la patronal, con la que se abraza, y los ministros de mayor peso, Montoro y Guindos, Rajoy como presidente, autores del decreto ley sobre el que ella, levemente, tan solo ha puesto su firma y tan siquiera, ay, sabe defender a gritos.

Incorregible le echa la culpa a los sindicatos, los cuestiona, les miente, y, ciertamente, no le favorece nada ese paso corto contra todos, como queriendo defender lo indefendible, justificar que restando derechos se va a crear empleo, que pagando por contratar a un joven o a un parado de larga duración la demanda agregada va a levantar cabeza…

La voz de Arenas parecía una despedida. Una saeta al cantar, buscando atropelladamente el giro para salir corriendo. Las expectativas frustradas, el ánimo resuelto a deprimirse, el poder una vez más perdido, las ganas de cambiar las cosas para mal pasarán al estercolero de la historia.

Fátima, tan leve, sin embargo, a carcajadas bruscas reía sin saber, inconsciente, en aquel balcón sevillano, que habían perdido el Gobierno en el peor momento para los socialistas. Tremendos aplausos que daba aún pensando que había hecho la peor contrarreforma para los derechos de los trabajadores españoles.

Siendo ministra, qué mal favor le han hecho, parecía inconsciente ante tanta risotada al hecho de que los españoles, los trabajadores españoles, tratarán de pararle el país el próximo jueves, en defensa de sus derechos y, por supuesto, de sus libertades.

Antonio Miguel Carmona es miembro del Comité Federal del PSOE y profesor de Economía

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