Les daba vergüenza pedir dinero barato al BCE; les parecía que hacerlo mostraría debilidad, que es lo último que un banco debe aparentar.

Nuestros banqueros se acercaban al BCE con sigilo y nocturnidad como quien se ve obligado a empeñar los cubiertos de plata en el Monte de Piedad.

Un alto directivo me aseguró que su entidad no acudía a dicha línea de crédito – el uno por ciento de interés a tres años de plazo – por razones de moral interna, por escrupulosos doctrinales.

Los dirigentes del banco entendían que aceptar dinero al uno y colocarlo en bonos del Estado al 4 les parecía un procedimiento pernicioso en la medida en que arriesgaban acostumbrar a la organización a lo facilón, eliminando la agresividad del negocio típico bancario y desestimulando la pericia financiera.

Pero la necesidad obliga, elimina los escrúpulos y revisa las concepciones filosóficas como demuestran los datos proporcionados ayer por el Banco Central Europeo.

El BCE ha prestado más de medio billón de euros a 800 bancos de la eurozona en las condiciones aludidas, un 20 por ciento, más de 100.000 millones adjudicadas a entidades españolas.

El objetivo teórico, el expresado en lenguaje político,  de este maná procedente de la sede del BCE en Francfort era que el crédito llegara a las familias y a las empresas.

El objetivo real, aunque no confesado, era reforzar la salud de los bancos y dar salida a la deuda soberana a un precio más asumible.

En teoría el esquema del negocio: obtener dinero al uno por ciento y colocarlo al cuatro es un negocio maravilloso de alta rentabilidad y nulo riesgo.

Lo que pasa es que la teoría se ha quedado desfasada de la realidad. El riesgo soberano que se considera inexistente, “riesgo cero”, por el cual la banca no tiene que provisionar en absoluto, parte de la convención de que un Estado no puede quebrar; una convención que, como tantas otras, ha pasado a la historia.

No obstante, y a pesar de las dificultades de nuestro  tesoro uno puede tener la razonable seguridad de que España se encuentra a gran distancia de Grecia, un país al borde de la suspensión de pagos.

José García Abad es periodista y analista político