Que Facebook es un negocio, más allá de las posibles implicaciones sociales y altruistas que su fundador quiera darle, nadie lo puede poner en duda. Que la red social de Mark Zuckerberg juega con los datos de sus usuarios, es una afirmación que tampoco requiere de mayor discusión.

Hasta ahora, se creía que plataformas como ésta o su hermana pequeña WhatsApp (aunque se podrían incluir más compañías) usaban los datos de los internautas con fines comerciales, pero limpios. Incrédulos, como las meigas, haberlos haylos. ¿A quién le molesta el anuncio de turno relacionado con tus gustos? Y si estorba, nos auto convencemos: “Bueno. Es el precio que hay que pagar por usar esas plataformas de manera gratuita”.

Sin embargo, esa gratuidad es ficticia porque, como decían las abuelas, 'nadie da duros a cuatro pesetas'.

El conocimiento de la filtración de los datos de millones de usuarios de Facebook, tampoco sería nada del otro mundo, si no fuera porque el uso que se ha hecho de ellos no tiene que ver con qué viajes te gustan o qué marca de leche tomas en el desayuno.

Favorecer a gobiernos

Han servido, según se ha sabido, para que algunos de los sectores más radicales de la política se hayan salido con la suya. Y esto, son palabras mayores.

En efecto, las informaciones acerca de los datos filtrados tienen un origen, la red de Zuckerberg; y un final, la elección de Donald Trump y la salida de Reino Unido de la Unión Europea.

Detrás de ambos movimientos relativos a dos de los países más poderosos del planeta están los radicales de derechas, algunos rozando la paranoia.

La cuestión no es menor. Ni mucho menos. Pone de manifiesto aquello que muchos han dado en llamar ‘poder en la sombra’. Facebook, si se confirman las acusaciones, ha sido más que el medio a través del cual se han podido efectuar estas oscuras maniobras, bien por acción -desde la compañía se niega su implicación-, bien por omisión, debido a un fallo de seguridad o al poco celo a la hora de proteger los datos de sus usuarios. El resultado ha sido el de favorecer, con esos datos, al ya presidente norteamericano durante la campaña que le ha conducido a la Casa Blanca y a los defensores británicos del abandono de la UE.

Los radicales se salen con la suya

Para la gran mayoría, la llegada de Trump fue un accidente (para algunos no, como publicó Pachi Lanzas meses antes de las elecciones estadounidenses) y una desgracia para la humanidad; son los mismos que consideran que el Brexit tendrá unas consecuencias terribles para Reino Unido (otro accidente). En ambos casos, a la vista de lo que ahora se sabe, la casualidad estaba bien orquestada.

Al frente de ella los contrarios, es decir, los partidarios de Trump y los defensores del Brexit. Grosso modo, y atendiendo a las proclamas de sus líderes, son homófobos, xenófobos y con un punto misógino, sin obviar otros ramalazos neoliberales, al margen de consideraciones religiosas.

Y Facebook, consultora con un tufo sospechosamente radical mediante, se encuentra en medio. Después de su dominio de las redes, de su censura incompresible, de hacer caja a toda costa, resulta que el invento de Mark Zuckerberg podría empezar a hacer aguas.

Malos tiempos para Zuckerberg

El Gobierno inglés ha pedido su comparecencia para que se explique. Probablemente es un trámite que, para el fundador de la plataforma más utilizada del planeta, no supondrá más que eso. No obstante, el nubarrón es más material, más mundano, más económico y tiene su plasmación en la cuenta de resultados vía cotización bursátil, con contagio, además, en otras compañías tecnológicas.

De las multas millonarias, además, es probable que no le libre nadie. La pérdida de credibilidad y de prestigio también parece bastante evidente.

Ahora, solo le falta a Facebook que una de sus fuentes de ingresos e influencia, es decir, los medios de comunicación, le den la espalda y dejen de utilizar la red por esos algoritmos que imponen condiciones leoninas y que solo favorecen los intereses de la plataforma. Ojo porque algunos digitales ya la han abandonado ¿Es solo el principio?