Todavía colean, y de qué manera, los hechos ocurridos hace algunos días en EEUU, con los neonazis como protagonistas. En especial, dentro de todos los incidentes registrados, la muerte de una joven en Charlottesville al ser atropellada por un automóvil conducido por un neonazi, hiriendo además a más de 20 personas, ha provocado una ola de reacciones en contra. La gota que colmó el caso fue la respuesta tibia y poco convincente del presidente estadounidense, Donald Trump. Uno de los sectores que con mayor contundencia respondieron fue el de las grandes compañías tecnológicas, de manera que Google, Facebook y otras firmas decidieron frenar la actividad de estos movimientos a través de suspensiones de cuentas o prohibiciones en su uso.

Cabe recordar que, ya antes de que se produjera la manifestación en Charlottesville, Airbnb impidió reservar habitaciones a aquellos que creía serían participantes de la marcha.

Un día después de los disturbios, el servidor GoDaddy echó de su plataforma a la popular web del movimiento neonazi The Daily Stormer, que había publicado un artículo de burla hacia la activista atropellada, Heather Heyer.

Tras el traslado de esta web a Google, el gigante tecnológico también la rechazó, y Twitter suspendió sus cuentas. Además, Cloudfare, un servicio que protege de ciberataques, dejó de actuar sobre este portal.

Impactos de "largo alcance"

La organización de defensa de los derechos digitales The Electronic Frontier Foundation calificó en su blog las acciones emprendidas por estas tres compañías, que controlan buena parte del discurso online, como "peligrosas" porque sus consecuencias tienen impactos "de largo alcance".

En este sentido, en dicho artículo, esta fundación asegura que "cada vez que una compañía saca de la red a un vil sitio neonazi, miles de decisiones menos visibles son tomadas por compañías con menos supervisión o transparencia". Por ello, entre otras cosas, propone fijar "líneas rojas" para evitar suspensiones "arbitrarias" sin un proceso detrás.

Desde el ámbito financiero, firmas como Apple Pay o Paypal también están privando de medios de pago a tiendas o páginas relacionadas con grupos de odio.

Fuera del crowdfunding

GoFundMe, una popular plataforma de crowdfunding, ha retirado estos días varias iniciativas de apoyo al presunto conductor en el ataque de Charlottesville, James Alex Fields Jr., acusado de asesinato en segundo grado. 

Incluso aplicaciones de ocio, como Spotify, han prohibido la publicación de música que "favorece" o "incita la violencia contra raza, religión, sexualidad u otros".

Tras las declaraciones del presidente de EEUU, Donald Trump, en las que "equiparó" a los manifestantes antirracistas con los neonazis, algunos nombres destacados de Silicon Valley, más allá de sus compañías, se han mostrado claramente en contra del discurso oficial.

"Todos somos iguales"

De este modo, Tim Cook, consejero delegado de Apple, dijo a sus empleados que, con independencia de sus filiaciones políticas, debían "permanecer unidos" ante la idea de que "todos somos iguales". Por su parte, Mark Zuckerberg, máximo responsable de Facebook, plataforma desde la que se hizo la convocatoria a los manifestantes bajo el lema "Unamos a la derecha", declaró que vigilaría la situación "de cerca" por su "potencial para más protestas".

La primera decisión ha sido la supresión de la red social de las cuentas de una serie de grupos supremacistas blancos y neonazis desde los disturbios. En el centro del debate sobre la libertad de expresión se encuentra ahora Google, que eliminó de su tienda por contravenir sus políticas de contenido a Gab, una red social utilizada por la "nueva derecha".

La 'nueva derecha'

El jefe de comunicación de Gab, Utsav Sanduja, se desmarcó ante CNBC de estas organizaciones y dijo que pretende dar a la gente "la libertad de hablar, la libertad de disentir". La disputa pone de manifiesto la responsabilidad que recae sobre estas firmas tecnológicas, que en los últimos meses han incrementado sus esfuerzos para atajar contenidos moralmente cuestionables.

No obstante, advirtió EFF, "estaríamos cometiendo un error si asumimos que ese tipo de decisiones de censura nunca se volverán en contra de causas que amamos", una discusión que se ha convertido en más que recurrente cada vez que se produce algún incidente y las grandes compañías tecnológicas se ven involucradas de manera directa o indirecta.