El mundo de la tecnología camina, en muchos casos, hacia lugares muy próximos a la burbuja en algunas de sus variantes. De esto en España sabemos un rato, porque a la de las 'puntocom', le siguió la del ladrillo. Ésta, a su vez y a tenor de lo que se puede escuchar en conversaciones con y entre 'startuperos', puede pasar el testigo a la de las nuevas empresas de base tecnológica, las startups, que parece que está en ciernes tras encargarse alguien de decir que lo del emprendimiento sin ton ni son, era la salida laboral adecuada y recomdada para muchos desempleados. 

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Al margen del drama social y personal, el boom de la tecnología y del surgimiento de empresas dispuestas a salvar el mundo de la mediocridad de la normalidad de lo de siempre, como diría un gurú del ramo hiperconectado, derivan casos y episodios que sonrojarían a cualquiera, pero que en este campo tan ligado a la modernidad aparecerán, incluso, quienes lo defiendan y lo pongan como ejemplo.

El protagonista es Juicero, un gadget o aparato que cumple todos los requisitos para ser reconocido como paradigma de lo bueno que traen las nuevas tecnologías, cumpliendo, además, con todos los requisitos propios de tal 'especie': Es el producto de una startup instalada en Silicon Valley y su autor se autodefine en algo así como el Jobs de los zumos

Un exprimidor carísimo

En efecto, el Juicero es un exprimidor, aunque no uno cualquiera. Doug Evans lo vendió, nunca mejor dicho, como todo un prodigio tecnológico y su discurso caló, puesto que el proyecto llegó a recaudar más de 120 millones de dólares, entre otros de inversores como Google

La idea era tratar de inculcar hábitos de vida saludable, o eso decían. Un diseño futurista y unas sospechosas bolsas con líquido dentro elevaron el precio del Juicero hasta casi los 700 euros. 

Sin embargo, llegó algún 'maldito' periodista de Bloomberg y decidió hacer lo impensable: exprimir esas bolsas con las manos. Lo hizo la cadena de televisión tras recibir críticas por parte de algunos consumidores. El resultado fue toda una demostración empírica de que las manos son bastante más rápidas que la súper máquina...

El fiasco de un proyecto con una inversión de -insistimos- ¡120 millones de dólares! estaba cantado. Y así ha sido. Evans ya no está al frente de la compañía y los nuevos responsables han prometido que devolverán el dinero a los compradores que lo reclamen por sentirse engañados.

No obstante, como de lo que se trata es de hacer negocio, la dirección de la startup ha decidido rebajar los 700 dólares iniciales con los que se lanzó Juicero al mercado a un precio más razonable... ¡400 dólares (370 euros)!. Y seguro que todavía hay quien lo vea atractivo y a pesar de las críticas lo adquieran. Lo que parece evidente es que en la liga que mantienen el ser humano contra la máquina, en este partido en concreto, 1-0 para el primero.