Educar es transmitir conocimientos científicos, favorecer la reflexión, inducir al análisis del mundo, alentar el cuestionamiento de la realidad, promover el uso de la razón e impulsar valores éticos y morales universales que fomenten la inteligencia, la consciencia, la tolerancia y un entendimiento amplio y fraternal del mundo. La religión, al contrario, basa su ideario no en la cultura y el saber, sino en dogmas acientíficos e indemostrables, frena la búsqueda de conocimiento, induce al pensamiento dogmático e irracional, alienta la discriminación, el fanatismo, la exclusión, el sectarismo y el desconocimiento de la historia, del mundo y de la realidad.

La enseñanza privada religiosa (aunque en España está en su totalidad financiada con dinero público) es una opción legítima de las familias que quieran educar a sus hijos en la irracionalidad confesional a nivel privado. Lo que es un disparate que atenta contra los más básicos preceptos democráticos es que en la Educación pública se adoctrine también a los alumnos en base a una confesión religiosa que profesan muchos españoles, pero en absoluto todos, negando a las nuevas generaciones la educación científica, humanista y racional que es el único modelo válido de educación en cualquier contexto democrático.

Tras los graves y disparatados recortes que estamos sufriendo los españoles en todos los ámbitos públicos por parte del gobierno neoliberal, cuesta creer que, aunque se han eliminado becas de estudio, de comedores, de libros, aunque se han despedido a miles de profesores, aunque se hace pagar a los niños tres euros por usar comedores escolares, aunque se están cerrando escuelas y centros educativos en toda la geografía nacional, cuesta creer, decía, que la asignatura de Religión no haya sufrido recorte alguno. Dicen que no hay dinero, la verdad es que lo que hay es decencia ni responsabilidad democrática alguna.

Europa Laica denunciaba hace pocos días que mantener la asignatura de religión cuesta a los españoles, sí, entre ellos a esos que van a comedores sociales, y rebuscan en los contenedores de basura, y no tienen trabajo, ni augurios de tenerlo a medio plazo, y están en la calle pagando hipotecas de casas que ya han perdido, les cuesta a los españoles, como decía, 500 millones de euros anuales. 500 millones de euros para pagar a profesores que, por cierto, son elegidos a dedo y no pasan por las pruebas de oposición que cualquier otro profesor, de cualquier otra materia, debe aprobar para trabajar en la enseñanza.

Denunciaba también Europa Laica que la Conferencia Episcopal española extiende sus tentáculos de poder sobre los casi 28.000 centros de enseñanza no universitaria que hay en España, y mantiene su enorme influencia en un ámbito clave para cualquier sociedad, la educación de menores. Habría que preguntarle a este respecto al Gobierno Rajoy cómo es posible que deje a miles de profesores sin trabajo, a miles de enfermos sin asistencia médica, que deje a desempleados sin subsidio de desempleo, a estudiantes sin becas, a ancianos sin recursos, a dependientes y discapacitados sin ayuda, a los españoles sin futuro, y, a la vez, mantenga intacta en la enseñanza la financiación desorbitada a una confesión religiosa cuyo cometido no es, repito, educar, sino adoctrinar.

La enorme simbiosis Iglesia-derecha política no es que sea evidente con este gobierno, es que es algo escandaloso que aleja a la sociedad española no sólo de los preceptos democráticos incluidos, incluso, en la Constitución de 1978, sino de toda decencia política, humana y moral. Se hace evidente que este gobierno no trabaja por el bienestar y por los derechos democráticos de los españoles, sino para alentar la vuelta a un confesionalismo predemocrático y para favorecer los intereses corporativos de tradiciones, estamentos e instituciones que tuvieron importante papel en el pasado totalitario español. A este respecto conviene siempre recordar que, como repite el historiador chileno Sebastián Jans, la democracia siempre es laica, o no es democracia.

Coral Bravo es Doctora en Filología