Hace unos días conocíamos la decisión de la prestigiosa agencia de fotografía Magnum de expulsar a uno de sus miembros, David Alan Harvey, acusado por más de una decena de mujeres de abuso sexual. El veterano fotógrafo,que era conocido por ser inspirador de la figura de Los puentes de Madison o por trabajar durante más de veinteaños para National Geographic, ha publicado un escueto tuit donde dice que se marcha él (lo hace antes de la firme expulsión que ya estaba en marcha) y asegura que "se conocerá la verdad". Debería decir que me sorprende esta afirmación, porque en el fondo hay algo de incredulidad en mí cuando veo a los acosadores y abusadores seguir insistiendo en "la verdad" pero lo cierto es que, de sorpresa, nada. 

El silencio cómplice se rompió con el amplio artículo publicado en diciembre de 2020 en el Columbia Journalism Review y que recogía los testimonios de las víctimas. Sin embargo, en 2009 ya se había puesto en conocimiento de Magnum el comportamiento de Harvey, sin que pasara nada. Han tenido que pasar más de diez años para que las víctimas sean escuchadas y creídas y para que una conducta abusiva, machista y violenta sea tomada en cuenta. 

El sector de la cultura, tal y como lo conocemos, es un sistema inestable, atravesado por la precariedad y la inseguridad laboral, donde las relaciones profesionales son fundamentales. Las fotógrafas que trabajaban con Harvey como asistentes eran vulnerables por múltiples circunstancias: eran mujeres, eran jóvenes, estaban empezando una carrera profesional y además lo hacían como asistentes bajo el amparo de un tutor con amplio reconocimiento público en su sector. ¿Cuánto empuje tiene que tener una mujer para denunciar, con todos estos condicionantes, a su abusador? 

El feminismo y movimientos como el #MeToo han puestofin a un silencio cómplice prolongado durante décadas. Magnum sabía esto en 2009 y no hizo nada. ¿Cuántas agencias, instituciones, fundaciones, museos... están trabajando ahora mismo para proporcionar un entorno seguro de denuncia a las víctimas de abusos y acoso? ¿Por qué no está en la agenda de la cultura la creación de un sistema seguro de denuncia? Kitty Green refleja a la perfección este clima del "todos lo sabían y nadie dijo nada" en su película "The assistant", donde presenciamos ese miedo a significarse, a ser la primera que denuncia, a que eso marque la carrera profesional de la víctima. 

Desde la cultura no sólo debemos denunciar los casos de abusos de poder, de acoso sexual o de violencia machista, sino que debemos trabajar en relaciones más feministas e igualitarias, en entornos que protejan a las víctimas y que faciliten la denuncia de estos comportamientos. Las calles fueron las primeras que lo dijeron: "Hermana, yo sí te creo". Ahora toca sistematizarlo, llevarlo a la práctica. Hacer del entorno profesional de la cultura un espacio seguro contra el machismo.