Más de cinco millones de personas en España padecen diabetes, una enfermedad cuya incidencia, se estima, seguirá aumentando, debido en buena parte al incremento de la obesidad.

La gravedad de las complicaciones crónicas que conlleva, hace que tenga un importante impacto sociosanitario. Los elevados niveles de glucosa en sangre deterioran a la larga la funcionalidad de diferentes órganos y tejidos, dado que generan en las células respuestas inflamatorias y estrés oxidativo.

La diabetes afecta a los riñones, los ojos, los nervios y el sistema cardiovascular. “La mayoría de las muertes en los pacientes con diabetes tipo 1 y 2 están relacionadas con las complicaciones vasculares y renales”, explica a ELPLURAL.COM el doctor Jesús Egido, consultor jefe de Nefrología e Hipertensión y del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz.

“La diabetes es un factor de riesgo de aterosclerosis, cardiopatía isquémica y enfermedad cerebrovascular y es la principal causa de enfermedad renal crónica y entrada de pacientes en programas de diálisis y trasplante” remarca.

En la actualidad, las terapias para los diabéticos se basan en cambios en el estilo de vida y en el control, mediante diferentes fármacos, de los niveles de glucosa en sangre, el colesterol y la hipertensión. Estos tratamientos han mejorado la calidad de vida y las expectativas de muchos pacientes, pero “lamentablemente, en muchos casos, no evita el riesgo de sufrir un evento cardiovascular o el deterioro progresivo de la función renal”, advierte el doctor Egido.

Esto ha llevado a este médico y a otros investigadores del Centro de Investigación Biomédica en Red de Diabetes y Enfermedades Metabólicas Asociadas (CIBERDEM) en el Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz (IIS-FJD) y de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) a buscar otro abordaje terapéutico.

Liderado por el propio doctor Egido y por la doctora Carmen Gómez-Guerrero, el estudio, en el que han participado las investigadoras Laura López-Sanz, Susana Bernal, Carlota Recio, Iolanda Lázaro, Ainhoa Oguiza, Luna Jiménez-Castilla y Ana Melgar, ha descrito un nuevo abordaje experimental que podría ayudar a prevenir el daño por estrés oxidativo en los tejidos y frenar la progresión de la aterosclerosis y el daño renal causados por la diabetes.  

El estrés oxidativo

El estrés oxidativo “se produce por un desequilibrio en el balance redox de la célula que puede ser debido, tanto a la producción excesiva de radicales libres por los sistemas pro-oxidantes, como al deterioro de los sistemas de defensa antioxidante”, aclara el jefe de Nefrología de la FJD. Este desequilibrio “causa alteraciones oxidativas en diferentes macromoléculas, como el DNA, las proteínas y los lípidos, que afectan negativamente a la funcionalidad celular”, añade.  

En este sentido, el estudio del equipo del doctor Egido, que se ha publicado en la revista Laboratory Investigation, ha demostrado que la terapia basada en la familia de proteínas SOCS reduce de forma efectiva la presencia de radicales libres en las arterias y el riñón, dos territorios muy susceptibles de sufrir daño por los niveles altos de glucosa y donde en mayor proporción se presentan las complicaciones.

Los investigadores han analizado en ratones diabéticos el efecto antioxidante de la proteína SOCS1, “un miembro de la familia de supresores de la señalización de citocinas que es un importante regulador negativo de JAK/STAT, la vía de señalización intracelular que está activada de forma crónica en el entorno diabético y que es responsable de la expresión de genes implicados en inflamación y estrés oxidativo”, apunta el doctor Egido.  

Se ensayaron dos abordajes experimentales, “la terapia génica con un vector viral para expresar la molécula SOCS1 completa y el empleo de un péptido sintético que imita la funcionalidad de esta proteína”, amplía. “Ambos resultaron ser beneficiosos, aunque el péptido derivado de SOCS1 mostró tener una mayor reducción del estrés oxidativo tanto in vitro como in vivo y un efecto protector superior frente a la diabetes”, destaca.

Un colirio

El compuesto se está desarrollando para aplicar a nivel ocular, directamente en el ojo, como colirio, de manera que sería “de muy fácil administración”, resalta el líder del equipo. “Para tratar el daño renal y otras posibles complicaciones sistémicas, al ser un péptido, debe aplicarse por vía subcutánea, tal como se hace hoy en día con la insulina”, matiza.

Aunque todavía queda mucho trabajo por hacer, ya se puede adelantar que “nuestro compuesto ha demostrado, a nivel experimental, efectos muy llamativos a nivel ocular (retinopatía) y a nivel renal (nefropatía) y otro aspecto positivo es el beneficio observado sobre las lesiones arterioescleróticas de los animales”, apunta el doctor Egido, de manera que “podría, potencialmente, utilizarse en la prevención y el tratamiento de las lesiones oculares o renales del paciente diabético”.

Dada la complejidad de esta enfermedad, no obstante, “obviamente sería un potencial fármaco para añadir a otros” que tiene que tomar el enfermo.

Ensayo en humanos en cuatro años

A día de hoy, el compuesto está protegido por una patente internacional y “hemos comenzado su desarrollo preclínico con experimentos de farmacocinética, farmacodinámica, seguridad y estabilidad, entre otros”, avanza este médico, que ya advierte de que “el coste de estos estudios aumenta según avanzan las fases del desarrollo clínico, por lo se requiere una fuerte inversión, mayoritariamente privada”. Superar con éxito toda esta experimentación previa, sin embargo, “es imprescindible para que se pueda llegar a emplear como tratamiento en pacientes.  Estimamos que podría iniciarse un ensayo en humanos en aproximadamente 4 años”, concluye.