Los insultos lanzados por la secretaria de estado Carmen Martínez de Castro a los jubilados alicantinos nos hacen rememorar las palabrotas más sonadas de la historia. Unos exabruptos que curiosamente no fueron dirigidos hacia ancianos si no hacia personas despreciables del gobierno.

Desde la más remota antigüedad nos encontramos insultos, lo vemos por ejemplo en textos bíblicos como el evangelio de San Lucas  (Cap.13,31-32) en el que Jesús denomina al rey Herodes Antipas como “la zorra" o “hipócritas" a los fariseos en el evangelio de San Mateo (Cap.23, 15-16).

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Los insultos empleados por Jesús como “hipócritas” podría derivar del mundo teatral haciendo una alusión a los actores que responden (crytes) por debajo (hypo) de una máscara

En el Apocalipsis encontramos insultos tan rimbombantes como el de “ramera babilónica” el cual se le terminó volviendo en contra a la Iglesia, pues si el autor del Apocalipsis personificó este apelativo en una figura que aparecerá en el final de los tiempos, las diferentes escisiones del catolicismo han considerado que la ramera babilónica es la propia iglesia de Roma

Por su parte los romanos tampoco se quedaban atrás. El general Sertorio llamaba “la vieja” a su adversario el político Quinto Cecilio Metelo y según Suetonio las tropas de Julio Cesar hablaban de él como un putero y un calvo salido.

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Julio Cesar fue insultado pero  el poeta Marcial pasó a la historia por improperios como: “Eres un chivato y un calumniador, defraudador, comerciante sin escrúpulos, estafador, gigoló y experto en el mal (…) y sorprendentemente, estás en bancarrota”

Llegada la  Edad Media los insultos siguieron a la orden del día y en Al-Andalus se hizo famosa la historia de San Eulogio, un agitador religioso que promovió el fanatismo de los mozárabes cordobeses incitándoles al martirio.

Y es que las arengas de Eulogio desencadenaron toda una serie de afrentas por parte de los cristianos hacia el cadí y las distintas autoridades políticas, ante las que se presentaron profiriendo insultos contra el islam y Mahoma. Un gesto que estaba condenado por la ley, tanto para cristianos como para musulmanes, con la pequeña diferencia que manipulando un poco la historia el deslenguado musulmán quedaba como un infeliz mientras que los cristianos pasaban a la posteridad como mártires.

Evidentemente esa escalada de fanatismo hizo que los cristianos sensatos se presentasen ante el califa pidiendo una solución pacífica que evitase la previsible reprimenda en la que pagasen justos por pecadores.

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San Eulogio. ¿Predicador cristiano o inductor al suicidio?

Y en la medida de lo posible así se hizo, convocando un concilio en Córdoba en el año 852, en el cual la conclusión a la que llegaron los propios cristianos fue que el martirio buscado no es martirio si no suicidio y que por lo tanto aquellos que difamasen, blasfemasen o irrumpiesen en las mezquitas buscando el martirio no deberían ser considerados mártires si no suicidas. Un gusto este de quitarse la vida, que como vemos lleva presente siglos en los fanáticos.

La mayoría de las veces los insultos no eran cuestiones penadas por la religión si no por los organismos políticos, y así lo vemos en fuero de Madrid del año 1202 en el cual se recogen los insultos penados con multa tales como puta, hija de puta, cornudo, leprosa, sodomita (fudid in culo) e hijo de sodomita (filio de fudid in culo).

También de sodomita se acusaba al rey Enrique IV, el cual por su mala gestión el gobierno no supo controlar a los nobles levantiscos que terminaron haciendo la famosa “farsa de Ávila” en la que se representó al rey con un muñeco que vilipendió Diego López de Zúñiga al grito de “A tierra puto”. 

El punto cumbre del insulto lo puso el político decimonónico Estanislao Figueras cuando en el Congreso de los Diputados dijo a todas sus señorías “estoy hasta los cojones de todos nosotros” y seguramente no le faltase razón.

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¿Estás “hasta los cojones” de todos los políticos españoles? Entonces te llevarías bien con Estanislao Figueras