Esta misma semana se ha celebrado el Día Mundial del Párkinson, una enfermedad neurodegenerativa que afecta al sistema nervioso central, de la que todavía se desconocen las causas.

Tampoco los tratamientos a día de hoy modifican el curso de esta patología, pero tal y como indica el doctor Carlos Manuel Ordás, neurólogo del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Madrid, “un diagnóstico adecuado y un tratamiento correcto, especialmente en las primeras fases, puede retrasar por algún tiempo la aparición de complicaciones motoras vinculadas a ciertos fármacos y al avance de la propia enfermedad”.

Por fortuna, la detección es cada vez más temprana, gracias, a juicio de este médico, al “mayor número de especialistas en Neurología y, en concreto, en la rama de Trastornos del Movimiento, y a la caracterización detallada de los llamados 'síntomas no motores', que en muchas ocasiones preceden a la aparición del síndrome motor y que nos puede poner en alerta”.

Cuándo consultar

Precisamente los síntomas motores son los que suelen llevan a los afectados a la consulta. Estos incluyen, relata el doctor Ordás, “lentitud global de movimientos, rigidez -tanto en las extremidades como en el tronco- disminución de la mímica facial, voz monótona y poco vigorosa y alteraciones de la postura y de la marcha, como caminar encorvado a pasos cortos y con los pies muy juntos”.

El conocido temblor en reposo, que afecta a un lado del cuerpo (brazo y/o pierna), advierte, “es muy habitual, pero no ocurre en todos los casos”.

El cuidador, una figura clave

La comprensión del diagnóstico y de la cantidad de síntomas -motores y no motores- que puede abarcar es esencial para aceptar y afrontar el Párkinson, tanto por parte del propio paciente como de su entorno. “Hay muchas maneras en las que esta enfermedad puede interferir en la calidad de vida”, subraya este médico del Hospital Rey Juan Carlos. “Los síntomas motores interfieren en el día a día en cuanto a la lentitud que producen y a los problemas en la marcha y en el manejo de las extremidades afectadas”, indica.

Sin embargo, los síntomas no motores “pueden resultar más incapacitantes si no son atendidos y tratados de forma específica”, subraya. Los afectados pueden sufrir “estreñimiento; problemas de sueño, que pueden generar mal descanso nocturno y somnolencia durante el día; y dolor, derivado de la rigidez corporal o del propio proceso degenerativo”.

En algunos casos, además, el paciente “experimenta pérdida de la iniciativa y de la motivación, lo que suele ir acompañado de dificultades para la planificación en el día a día”, apunta el doctor Ordás.

La demencia, no obstante, “suele ocurrir de forma tardía en la evolución de la enfermedad y no afecta a todos los pacientes”, matiza.

Del mismo modo, algunas personas con Párkinson experimentan “una disminución de la libido, e incluso, impotencia, en el caso de los varones”, explica este neurólogo, quien advierte también que “algunos tratamientos pueden provocar el efecto contrario, pues potencian el deseo sexual”.

Lo más importante en este sentido, advierte, es “mantener un trato de confianza con el médico sobre estas cuestiones”, ya que para la mayor parte de los casos hay solución o maneras de reducir el problema.

La estimulación, imprescindible

La estimulación física y mental durante todo el transcurso de la enfermedad es” muy importante”, insiste el doctor Ordás, y a ella “pueden contribuir todos los familiares y amigos cercanos al paciente”.

Observar y estar alerta sobre la aparición de síntomas que indiquen bajo estado anímico “puede contribuir a prevenir y tratar de forma precoz un síndrome depresivo o ansioso”, puntualiza.

Aunque la enfermedad progresa en todos los casos, cada paciente es distinto. Los tratamientos actuales “permiten controlar de manera importante gran parte de los síntomas motores y no motores, prácticamente en todas las fases de la enfermedad”, asevera el doctor Ordás.

“Una valoración precisa y minuciosa de cada caso en las unidades de alta especialización en esta patología garantiza los mejores resultados posibles”, indica. “Algunas de las terapias avanzadas son mínimamente invasivas, mientras que otras implican mayor agresividad, como es el caso de la cirugía”.

Por fortuna, concluye, a día de hoy “son pocos los casos que terminan confinados en silla de ruedas, y la enfermedad no suele acortar la esperanza de vida”.