Las relaciones han cambiado, está claro, pero no solo las de pareja. Jennifer Aniston, la querida Rachel Green en “Friends”, está convencida de que hoy día no se podría hacer una serie así. Simplemente, habría una cafetería llena de gente mirando su teléfono inteligente, sin conversaciones reales que pudieran servir para hilar aquellos desternillantes episodios. La vida misma.

Es verdad que la tecnología ha facilitado eso de mantener el contacto entre amigos y familiares que no se encuentran físicamente cerca, o la posibilidad de conocer a la gente nueva. Pero también es cierto que cuesta más desvirtualizar esos contactos, llevarlos, por así decirlo, al mundo real.

Como recoge la aseguradora DKV Salud, los psicólogos ya han advertido del uso excesivo de los móviles y las redes sociales hoy día, por la pérdida de cercanía y contacto físico, e incluso de intimidad. Facilitan la comunicación, sí, pero también están propiciando que nos desenvolvamos de una manera diferente cuando estamos offline.

Es necesario reflexionar sobre qué tipo de relaciones personales se quieren conseguir, si debe primar lo inmediato, lo superficial y lo banal, si la tecnología se utiliza como herramienta para ejercer un control que aumente la desconfianza sobre la otra persona.

He ahí la primera clave: la tecnología como herramienta útil, pero en su dosis exacta y con sentido común.

¿Piropos? En su justa medida

Pero la tecnología no es lo único que ha determinado este cambio en las relaciones humanas, especialmente las de pareja. Como señala DKV Salud, la inclusión de la mujer en la vida laboral, que el hombre se haya hecho responsable de las tareas domésticas o que exista un manifiesto rechazo al compromiso, también han sido factores relevantes. La sociedad avanza, sí, y con ella cambian las relaciones.

Había cuestiones, como los piropos para enamorar, que antes no eran puestos en tela de juicio por una mayoría. Simplemente, los piropos para enamorar siempre se habían oído desde el hombre hacia la mujer, formaban parte de esa faceta de galán que todos debían poseer, alimentando un rol del que se derivan consecuencias. Hoy los piropos para enamorar se pueden decir, sí. Pero hay que utilizar el sentido común para saber qué procede y qué no.

Para empezar, habría que distinguir esas palabras bonitas que se dedican a quien se quiere, en un contexto de respeto y confianza, del piropo callejero, que sí se pretende desterrar. Todavía hay quien se extraña de que las mujeres puedan sentirse molestas con ellos, pero los colectivos feministas insisten en que eso da buena cuenta de que el acoso verbal se ha normalizado.

Un piropo en la calle es molesto porque invade la intimidad de la mujer, hace que se sienta observada y calibrada por un desconocido, que se opine sobre su cuerpo o sobre lo que lleva puesto cuando no lo ha pedido. Y cuando se hace en grupo para provocar las risas de los acompañantes, resulta también humillante. No, es la mejor manera de acercarse a alguien.

Las bodas conservan la tradición

Las bodas se siguen celebrando con un alto componente tradicional, en cuanto a que el formato, en esencia, ha cambiado poco: una ceremonia que une a la pareja y un banquete y fiesta posterior para compartir el feliz momento con sus familiares y amigos. Pero luego hay matices importantes, comenzando por que las estadísticas dicen que las parejas que se casa por la iglesia son cada vez menos.

Hay que contraponer contextos. Los padres de quienes hoy se consideran Millennials entendían el enlace como un trámite necesario, en una sociedad conservadora y poco abierta, sometida por una férrea moral que imponía lo que estaba bien o mal visto. La manera de independizarse para vivir su propia vida y formar una familia, a lo que aspiraba la mayoría, era casarse. Lo imprescindible era completar el trámite, el evento sí se hacía como se podía.

Hoy sucede justo al revés. Lo habitual es convivir con la pareja antes de contraer matrimonio, de forma que este es visto como algo secundario. Quien se casa es porque quiere, porque no renuncia a un día bonito ni a tener la boda de sus sueños. Los enlaces han ganado así en sofisticación, y se invierte mucho más dinero que antes en organizarlos.

Lo que importa es disfrutar y, si no, que se lo pregunten a los organizadores de despedidas de soltero en Granada, que pretenden que los conceptos “despedidas en Granada” y “despedidas originales” sean sinónimos. Lo que importa es la experiencia, y el público es cada vez más exigente a la hora de vivirla.

Aficiones compartidas, pero diferentes

La tecnología también ha cambiado las aficiones, aquello que se hace por gusto y no por obligación, porque resulta placentero y satisfactorio. El contenido de Internet y las redes sociales generan atracción en sí, y es común que esta sea compartida. De hecho, lo recomendable es que lo sea, aunque sea en parte.

Un amante de los juegos reunidos en friv podría tener problemas con su pareja si esta no comprende el grado de su pasión, y lo ve más como una sumersión constante en el videojuego de turno, como si quien juega no tuviera interés en nada más.

La compresión, claro, sigue siendo necesaria, pero compartir aficiones también lo es. Y la tecnología protagoniza muchas de ellas.

Cosas que nunca variarán

Siempre debe haber tiempo de dar importancia a lo esencial, a lo que importa. Y, sin duda, el contacto físico es muy necesario en una relación de pareja. Hay que buscar el momento de intimar y, para que la pasión no decaiga y la motivación se mantenga, de innovar en el modo de hacer: desde una simple ducha con hidromasaje en pareja a una escapada romántica.

Dejando la cuestión de la frecuencia como algo secundario (cada pareja sabe lo que necesita), las relaciones sexuales fortalecen la relación porque aumenta la libido, contribuye a que las personas se sientan deseadas, mejorando su autoestima. Se establece además una conexión importante entre los participantes, además de otros beneficios para salud: reduce el estrés, aumenta el control de la vejiga femenina, es un analgésico natural…

Esta es será siempre una clave para que la relación funcione.