La imagen de una joven llorando a moco tendido lo decía todo: "Los musulmanes no somos asesinos", insistía ante las cámaras de una cadena de televisión. Estaba en una de las manifestaciones convocadas por la comunidad islámica en distintos puntos de Cataluña en las que, para abundar en lo que decía la joven, también había familiares y allegados de los terroristas detenidos o abatidos por las fuerzas de seguridad. Incrédulos, avergonzados, tristes. Tanto o más que la educadora de Ripoll que vio crecer a algunos de los terroristas y decía estar "rota de dolor" en una carta publicada por La Vanguardia.

Indignación  ante lo ocurrido y muchas ganas de defender el Islám como religión de paz y convivencia es lo que mejor expresan las palabras de Sami El Mushtawi, responsable de asuntos culturales y portavoz de la mezquita de Madrid. Asegura que los radicales no pisan los lugares de culto y oración sino que se reúnen al margen, como hacían los jóvenes de Ripoll con un Imán contaminado por las ideas yihadistas. “Solo los religiosos de verdad van a las mezquitas“,  asegura, “a los más jóvenes es muy fácil lavarles el cerebro y llevarles al extremismo”.

¿Cómo prevenirlo?

Trabajando mucho en la difusión correcta de nuestra religión, asegura este portavoz. “Tenemos que seguir condenando de manera rotunda lo ocurrido en Cataluña y decirle a la gente que no tenga miedo al Islám, porque sus principales valores son la paz y la convivencia”.

Visto así, es posible que lo ocurrido en Barcelona haya sido un fracaso de todos. De las fuerzas de seguridad por no haberlo evitado a pesar de su experiencia y capacidad, de la sociedad española por no ser lo suficientemente abierta, pero también de la comunidad musulmana por no haber detectado lo que se estaba fraguando entre su gente. Porque es innegable que algunos terroristas se han radicalizado en las mezquitas, aunque este no sea el caso.

Seguir trabajando para que no ocurra, como sostiene Mushtawi, es la única salida. Porque los musulmanes que viven en España son muchos y no se van a marchar, a pesar de la colérica algarada de algunos islamófobos ultramontanos. No tienen porqué hacerlo. La mayoría llegaron en la época de la bonanza económica, colaboraron en el enriquecimiento colectivo y ahora están entre los que más sufren los coletazos de la crisis.

Los musulmanes son como cualquiera de nosotros, y también tienen su propio saco de manzanas podridas que,  por pequeño que sea, es lo más aireado por los profesionales de la xenofobia.

¿Qué hacer ante los ataques y las provocaciones islamófobas?

Cuando las redes se inundan de improperios contra los autores de los atentados es difícil para ellos diferenciar entre los insultadores profesionales, que además extienden sus injurias a todos los musulmanes mientras exigen su expulsión. Pero no les queda otro remedio que hacer oídos sordos.Asegura Mushtawi que “siempre hay gente disgustada por algo, gente que ataca a quienes no han hecho nada”. No le da mayor importancia, pero opina  que el enfado debe canalizarse de una manera civilizada.

Su reto es detectar esas “manzanas podridas”

Aseguran los especialistas que los familiares son los primeros en detectar cambios en los hábitos de sus hijos. Si repentinamente han empezado a ir a la mezquita con más frecuencia o si, como en este caso, pasan horas reunidos con un imán en una furgoneta. ¿Deberían denunciarlos? Quizá no le dan mayor importancia o no lo hacen por cariño y protección, pero es posible que también por miedo. Hace un año y medio, un militante del Estado Islámico ejecutó públicamente a su madre en Raqqa por haber intentado convencerle de que abandonara esa locura.

La inmensa mayoría son tan sensatos como esa pobre madre y, por ello,  una buena parte del medio millón de musulmanes que residen en Cataluña estarán en la manifestación del sábado en Barcelona. Forman parte inseparable de esa sociedad civil que encabezará la marcha y a la que se quiere dar el mayor protagonismo. También ellos son víctimas de lo ocurrido aquí y en otras ciudades europeas. Son, por tanto, los primeros interesados en colaborar en la lucha contra el yihadismo asesino que destroza su imagen en el mundo.