La reciente declaración de Rajoy nos sirve de acicate para desempolvar los libros de historia comprobando así, que una de las declaraciones juradas más famosas de nuestra historia no es que fuese falsa, es que directamente, no existió.

Infinitos detalles y puntos de vista se han obtenido de la declaración de Rajoy: la actuación de los letrados, de la postura del juez… pero hay que reconocer que para ser algo tan trascendente ha faltado el empaque con el que la historia viste este tipo de acontecimientos. Uno de estos episodios en los que un todopoderoso gobernante es puesto contra la las cuerdas lo encontramos en la legendaria historia del Cid, en el momento en el que el Campeador hace declarar al rey Alfonso VI que nada ha tenido que ver con la funesta muerte de su hermano el rey Sancho II de Castilla. O más sencillo, la jura de Santa Gadea.

Iglesia de Santa Gadea o Santa Águeda donde según la leyenda tuvo lugar el juramento. Fotografía de Zarateman

Allí en la iglesia de Santa Águeda (que eso significa Gadea) al haber cundido las sospechas homicidas sobre Alfonso, Rodrigo Díaz de Vivar le humilla haciéndole jurar que es inocente de la muerte del rey Sancho II en la toma de Zamora, de la que se decía había sido una maquinación conjunta con su otra hermana Urraca para quedarse así con todos los reinos  de Castilla y de León.
En el romance juglaresco de la Jura de Santa Gadea, un Cid orgulloso y bravucón no se anda con chiquitas profiriendo al rey estos famosos versos:


Villanos te maten, Alonso, villanos, que no hidalgos,
de las Asturias de Oviedo, que no sean castellanos;
mátente con aguijadas, no con lanzas ni con dardos;
con cuchillos cachicuernos, no con puñales dorados;
abarcas traigan calzadas, que no zapatos con lazo

Y a decir verdad la situación en la Península Ibérica era digna de Juego de Tronos, distintos reinos de taifas declarándose, destierros, reyes que morían a la primera de cambio… Pero aun así y pese a toda la épica, la realidad fue bastante diferente a lo que nos han transmitido los cantares medievales.

La película de Charlton Heston, cuadros o el propio Cantar del Mio Cid han desvirtuado notablemente la figura histórica del Cid. En la imagen la jura de Santa Gadea pintada por Armando Menocal (1889)

De hecho, es singular que pese a la presunta enemistad del rey Alfonso con el Cid, el monarca case al caballero con una sobrina suya, doña Jimena, o que la firma del campeador (aquella famosa “Ego Ruderico”) aparezca en documentos oficiales como las actas del monasterio de san Pedro de Cardeña, cuando se suponía que era un personaje detestado por la corte.
Lo cierto es que aquellos textos en los que aparece la imagen desafiante del Cid son textos literarios y como tales hay que entenderlos y a poco que uno se pare a reflexionar observará que el Cid ofrece una imagen más propia de un salvaje que de un experto diplomático.

Por lo tanto ¿Con qué quedarnos? ¿Hubiese sido posible que un caballero castellano obligase al rey a jurar ante toda la ciudad de Burgos?

La firma del Cid permite seguir la pista por documentos históricos más fiables que los cantares y textos juglarescos

Desde luego hablamos de tiempos anteriores a la ley mordaza y aunque hoy sabemos que el Cid hubiese terminado con alguna querella por difamar la corona o alguna cuestión así, en tiempos medievales tampoco era tan fácil poner en solfa la figura del rey.

Para empezar, en los romances más antiguos nada aparece de la jura y no es hasta tiempo después cuando se incluye el episodio, pero no solo eso, el derecho castellano si obligaba al rey a jurar las leyes al tomar el cargo, pero nada de eso tiene que ver con que si mató o no a su hermano.

Todo en realidad, obedece a una campaña mediática que curiosamente es la que ha cundido en la historia, películas y novelas, inmortalizado un momento que nunca existió, justo al contrario de lo que pasa en nuestros días, donde lo inexistente  no es el juicio si no los hechos que ahora nadie parece recordar.