Ahora resulta que Javier Fesser vaticinó (y nunca mejor dicho) en su desternillante película El milagro de P. Tinto la crisis que años después afectaría a las hostias benditas. Y la escena del personaje gigantón Pancho José revolucionando la tradicional fábrica de obleas de la familia con su “doble oblea con queso”, viene como anillo al dedo para ilustrar esta crónica que dado su contenido un tanto surrealista podría formar parte del guión ideado por los hermanos Fesser.

Nada más lejos de la realidad. El caso es que el obispo auxiliar y vicario general de la Diócesis de Toledo, Ángel Fernández Collado, ha decidido “declarar la guerra” a las hostias procedentes de China, Polonia e Italia, países cuya producción, barata y sin controles de calidad acreditativos,  inundan en la actualidad el mercado vía online, recordando a todos los sacerdotes y comunidades de vida consagrada de la archidiócesis la necesaria idoneidad que debe tener la materia “que posibilita la transustanciación en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor”; es decir, las hostias y el vino que tradicionalmente ofrecen los sacerdotes a los fieles en el sacramento de la Eucaristía.

Al pan, pan y al vino, vino

La carta de monseñor Fernández tiene su origen, siempre según la versión de la Iglesia toledana, en la publicación que el pasado 15 de junio daba a conocer la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos por encargo del Papa Francisco. En aquella misiva se recordaba a todos los obispos la “obligación de cuidar y garantizar todo lo necesario para la digna y válida celebración de los misterios de Dios”. De ahí que el obispo auxiliar subraye en su misiva la “insistencia del Magisterio en señalar como única materia el pan de trigo y vino de la vid“; además de numerar que la razón de ello la encontramos en “el sentido fuerte del verbo SER que Jesús pronunció en la institución de la Eucaristía”, añade, “hay una identificación entre el ESTO y lo que Cristo toma en sus manos, sea pan o vino“.

 

Hostias sin gluten para celíacos

El prelado, conocedor del hecho diferencial que ha ido imponiéndose durante los últimos años como bien de consumo habitual en las parroquias, como es el caso de los celíacos y su demanda de hostias sin gluten, recuerda las dos formas que tienen las personas con estas intolerancias alimenticias de recibir la “Sagrada Eucaristía: bien a  través de formas que contienen el mínimo de gluten (necesario para que se produzca la panificación y sea posible la consagración); o bien si no toleran nada de gluten, pueden recibir la Comunión bajo la especie de vino“,  pequeños vasos sagrados destinados para tal fin.

Para el obispo auxiliar “nadie, que esté preparado para recibir debidamente al Señor, queda excluido de la Eucaristía. Y es que Ángel Fernández, en su cruzada contra las obleas chinas y polacas, sabe que  las hostias para celíacos no se fabrican en los conventos de clausura, proveedores tradicionales de iglesias y parroquias, sino que se compran online, y ya de paso se realizan el resto de adquisiciones por el mismo proceso telemático.

SOS de los conventos

El caso es que este obispo, nacido en la pequeña localidad toledana de Los Cerralbos y ordenado sacerdote por el ínclito y fallecido cardenal Marcelo González Martín, sabe también de las penurias por las que están atravesando los conventos de monjas de clausura dedicadas desde hace décadas a la producción artesana de las obleas en sus tamaños habituales de 12 centímetros (las que el cura da a los feligreses) y 14 centímetros (las que usan los propios sacerdotes y, en algún caso, también se dan a los parroquianos). La competencia desleal del gigante asiático trae por la calle de la amargura a las comunidades religiosas, que según datos de la Conferencia Episcopal han perdido  hasta un 70 por ciento de su producción, puesto que difícilmente pueden competir con las hostias chinas que en el mercado online son hasta un 50 por ciento más baratas que las ofrecidas por los conventos de vida contemplativa.

Eso sí, la calidad de las obleas fabricadas por las manos monacales de las monjas, nada tienen que ver a las producidas en ingentes cantidades en fábricas de otros países con el único objetivo de ganar dinero y llevarse por delante el trabajo de las religiosas, que como en el caso toledano reivindican productos de primera calidad, además de otras garantías agroalimentarias que chinos, polacos e italianos no pueden ofrecer. “Cuerpo de Cristo: Amén”.