Una fotografía no es otra cosa que el relato de un instante sucedido en un tiempo y un espacio determinado. Un símbolo, un reflejo, o una ventana abierta a un acontecimiento pasado.

Es así como lo define el fotógrafo y arqueólogo José Latova cuando estudia una de las instantáneas más famosas de Robert Capa: esa que muestra una humilde casa bombardeada por la aviación alemana en 1936 en el madrileño barrio de Entrevías. Aquella que capta la eterna e inocente mirada de unas niñas que juegan en una fachada que refleja el horror innegable de la Guerra Civil. La que, según Latova, “nos vale para recordar el sufrimiento de la población”.

Gracias a la fotografía de la casa sita en el número 10 de la calle Peironcely, -que forma parte de la serie “crónicas de la retaguardia”- Capa trascendió todas las fronteras. Lo hizo por primera vez en la revista suiza Zaürcher Illustrierte, llegando más tarde a la prensa francesa y estadounidense, y consagrándose como uno de los iconos del horror cotidiano de la guerra.

Pero, ¿hasta qué punto una imagen bélica refleja con exactitud lo ocurrido en un determinado momento de la historia? Y como recientemente afirmó El Español en una entrevista con Latova, ¿fue esta instantánea un montaje planeado por Robert Capa “con fines puramente económicos”?

En conversaciones con ELPLURAL.COM, Latova ha desmentido con firmeza el sentido dado en este artículo. “Se han malinterpretado mis palabras. Cuando afirmo que la imagen de Robert Capa fue planeada y las niñas fotografiadas fueron llevadas hasta la escena, no hablo de montaje en el más puro sentido de la palabra: hablo de una reconstrucción de la realidad a modo de propaganda, como hacían la mayoría de los fotógrafos de la Guerra Civil. Una forma de reflejar la vida cotidiana en tiempos bélicos.

Según lo que narra este experto, Capa hizo esta fotografía en un barrio que en esos momentos eran una zona militar. En Vallecas todas las casas estaban destruidas, sin puertas ni ventanas, y no había civiles entre sus calles.

“Creo que Capa, al igual que otros fotógrafos, construía las instantáneas llevando a las personas a la escena o aprovechando la imagen de las personas que pasaban por el lugar a fotografiar. Además, fotografías puramente bélicas de la Guerra Civil se conservan muy pocas, siendo la mayoría a “toro pasado”, es decir, a posteriori. Pero esto no le quita el valor real, porque en lugar de contar una mentira, recrean una realidad muy reciente de lo ocurrido”, sostiene.

La imagen que removió las consciencias

Si bien Robert Capa terminó convirtiéndose en un símbolo de lo que sucedió en aquellos bombardeos en la ciudad de Madrid, no fue el único en retratar la realidad vivida durante la Guerra Civil.

Concretamente y según asegura Latova, en esos tiempos la Junta de Madrid tenía registrados a más de 1.300 fotógrafos en servicio.

“Capa no fue el único, pero sí supo convertir su trabajo en un auténtico símbolo, y de alguna manera, este tipo de imágenes sirvieron para remover las consciencias de las gentes de los países alienados y que se comenzara a pensar más en los niños y en los civiles que estaban sufriendo la batalla de Madrid en esos momentos”, afirma.

En la actualidad, y al igual que se hace con todos los fotógrafos, el trabajo de Capa está siendo revisado y en algunos casos, desmontado. Bien por atribuciones erróneas [instantáneas que se creyeron suyas y que se ha demostrado que no fueron hechas por él], o por el mero hecho de ser cuestionado en propio terreno de la veracidad de sus trabajos.

Como asegura Latova, sus imágenes son más o menos discutibles desde el punto de vista de la reconstrucción de la historia o de la biografía de un personaje: un problema para los historiadores de la Guerra Civil o los expertos en historia fotográfica.

“Pero eso no le quita ningún valor a ninguna de sus fotos. Esta casa es un símbolo, como puede ser la fotografía de Centelles, o como el libro que George Orwell escribe después de haber luchado con los anarquistas en el frente de Aragón. Al final, la Guerra Civil se redujo a un enfrentamiento político, intelectual, de grandes movimientos de tropas y destrucción…pero se habla poquísimo de la gente de a pie, de la microhistoria de lo que sucedió en 1936 en un barrio de Madrid. De cómo quedaron destruidos. De eso ya nadie se acuerda”.

Una iniciativa para preservar el histórico edificio

Ahora, 81 años después y bajo el lema #SalvaPeironcely10, un total de 20 entidades culturales y pacifistas de España han iniciado una campaña para conseguir la protección del tímido edificio.

Esta iniciativa está encabezada por la Fundación Anastasio de Gracia, quien ha enviado a Paloma Sobrini, Directora General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, una petición para que declare este edificio Bien de Interés Patrimonial.

Este proyecto cuenta con el apoyo de instituciones culturales extranjeras y españolas y más de 30 personalidades del ámbito de las artes, la historia y la paz. 

Con ella, también cursarán petición al Ayuntamiento de la capital para que lo incluya en el Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos.

Otro de sus ejes será el de mejorar las condiciones de vida de las familias que actualmente viven en el histórico edificio del barrio vallecano de Entrevías -todas ellas en régimen de alquiler-, y que se encuentran en situación de extrema precariedad y riesgo de exclusión social.  Familias que residen en esta humilde edificación de una sola planta, constituida por cuatro ventanas, cinco puertas y sin más decoro que el de poseer una gran historia que no quieren que caiga en el olvido.

Pero lo que más preocupa a Latova es la razón por la cual Capa decidió fotografiar esa casa en concreto. “¿No tendría también la intención de reflejar a la sociedad humilde y a todos los que menos tienen y que, curiosamente y después de ochenta años siguen viviendo de la misma forma?”.