El llamado manspreading, anglicismo cuya traducción literal sería “hombre despatarrado”, es algo tan común que nos hemos acostumbrado a este tipo de actitudes. Pero tras la polémica de estos últimos días las redes ardieron... Tanto es así que esta próxima semana tanto el metro, los cercanías y los autobuses de la Empresa Municipal de Transportes de Madrid se llenaran de pegatinas contra este ‘despatarre’.

Una iniciativa del Ayuntamiento de Madrid, anunciada por el Área de Políticas de Género y Diversidad, tras una recogida de firmas del colectivo Mujeres en Lucha y una posterior difusión en Twitter bajo el hastag #MadridSinManspreading hasta convertirse en trending topic. Consiguendo así estas pegatinas informativas que servirán para solucionar dicho problema aunque la Comunidad ha declarado que no se llevará a cabo ninguna medida concreta para evitar el manspreading porque el "Reglamento de Viajeros ya dice que a cada uno le corresponde un asiento".

 Aunque en la redes sociales se han hecho varias interpretaciones sobre el término y el objeto de esta iniciativa, tachándola de “feminazi” e incluso llegando a crear un nuevo termino, el shebaggin, cuando la mujer ocupa un asiento con su bolso. Esta medida no se centra en el género masculino porque lo que pretende, según el Ayuntamiento, “es recordar la necesidad de mantener un comportamiento cívico y de respetar el espacio de todo el mundo”.

El término se refiere a los hombres principalmente porque esta postura la adaptan por una cuestión biológica – evitar la presión en los genitales – por tanto es muy común encontrarse a un hombre con las piernas abiertas y, al lado, a una mujer con las piernas cruzadas, por cuestión de espacio y educación. Por ello el eslogan es: “Respeta el espacio de los demás”.

Estas pegatinas con infografías además incluirán otra serie de advertencias como ceder el asiento a personas mayores o embarazadas, no poner los pies en los asientos, validar el abono transporte, no fumar…

Las campañas contra el manspreading se han promovido hace años en otras ciudades como Nueva York o Tokio, consiguiendo reducir la incomodidad ciudadana y no sólo por respetar el espacio sino también para reflexionar sobre el lenguaje corporal y lo que estamos comunicando con ciertas posturas ¿Será igual de eficaz en Madrid?