Saló o los 120 días de Sodoma fue una controvertida película ambientada en la Italia de Mussolini en la que cuatro señores explotan sus nauseabundos instintos sexuales con un grupo de jóvenes de ambos sexos hechos prisioneros. Una repulsiva obra en la que su director, Pier Paolo Pasolini pretendía hacer una metáfora del fascismo. El rodaje estaba siendo duro y tedioso y al cineasta se le veía triste, apagado. Sus ayudantes creyeron que podría ser buena idea organizar un partido de fútbol contra el set de rodaje de Novecento, que precisamente estaba siendo dirigida por Bernardo Bertolucci a escasos kilómetros de distancia. El poder del fútbol y del cine reunidos en el estadio Ennio Tardini de Parma. A pesar de la festividad del evento, Novecento ganó 5-2 y Pasolini entró en cólera. Enfadado con su equipo y con grandes rencores a sus enemigos. Ni siquiera se despidió de Bertolucci, con quien no mantenía una buena relación. ¿Por qué haría esto Pier Paolo? Porque amaba el fútbol.

Nacido en Bolonia, Pier Paolo Pasolini era un ferviente tifoso del equipo de su ciudad. No sólo practicaba su deporte sino que su posición de intelectual le hizo teorizar sobre el fútbol llegando a afirmar que es “la última representación sagrada que nos queda en nuestro tiempos”. Además, llegó a calificar al calcio como un “sistema de signos, un auténtico lenguaje”. Esta teoría quiso dejarla plasmada en una articulo del 3 de enero de 1971 en Il Giorno titulado “El fútbol es un lenguaje con sus prosistas y sus poetas”. En él, Pasolini llega a esa conclusión porque “tiene todas las características fundamentales del lenguaje por excelencia, al que nosotros nos hemos remitido como término de comparación, esto es, el lenguaje escrito-hablado". Para el italiano había jugadores que eran poetas y otros eran prosa: "Puede haber un fútbol como lenguaje prosístico y un fútbol como lenguaje fundamentalmente poético. Para explicarme, pondré –anticipando las conclusiones- algunos ejemplos: Bulgarelli juega al fútbol en prosa: es un prosista realista. Riva juega un fútbol poético: es un poeta realista. Corso juega un fútbol poético, pero no es un poeta realista: es un poeta un poco maldito, extravagante. Rivera juega un fútbol en prosa: pero la suya es una prosa poética” Según el lenguaje teorizado por Pasolini, ¿podríamos afirmar que Neymar es fútbol poético, Cristiano Ronaldo realista, Ronaldinho un poeta maldito, Messi hace poesía prosaica mientras que Sergio Ramos es pura prosa? Para el propio intelectual “quien no conoce el código del fútbol no entiende el significado de sus palabras (los pases) ni el sentido de su discurso (un conjunto de pases)". Llegó incluso a teorizar sobre sistemas de juego: “El Catenaccio y la triangulación del balón es un fútbol de prosa: se basa en la sintaxis, en el juego colectivo y organizado, esto es, en la ejecución razonada del código”. Luego Mourinho y Simeone son dos claros prosistas.

Jorge Luis Borges asentía que "el fútbol es popular porque la estupidez es popular". El hecho de relacionar al fútbol con falta de cultura no es más que un mantra de quienes no son capaces de captar el arte en todas sus formas. ¿Quién no puede ver artístico a un jugador como Lionel Messi? Resulta triste simplificar un juego tan apasionante y estéticamente tan bello como el fútbol. Porque decir que sólo es un deporte, es como decir que la obra de Tolstoi son sólo palabras. Para Pasolini, “el fútbol es, después de la literatura y el eros, el placer más grande del mundo”. Un hombre que fue enterrado con la camiseta de la selección de actores que el mismo creó. Un comunista, católico y homosexual odiado por comunistas, católicos y por una Italia marcada por el conservadurismo. Poeta, filósofo y ciniesta. Pier Paolo Pasolini, un hombre que dijo con cierta nostalgia: “me habría gustado ser futbolista. Recuerdo esos partidos en el patio de la escuela. Cuánta felicidad”.