Otro fin de semana más, otro nuevo espectáculo vergonzoso. Llevamos hilando varias semanas en las que está siendo común ver cómo en diversos campos de España se están produciendo todo tiempo de peleas y agresiones que no paran de repetirse. El límite todavía no se ha marcado, y no se puede pensar que esto cambiará de rumbo tan fácilmente.

Son muchos los partidos que se juegan en nuestro país cada sábado y cada domingo, y no es de extrañar que podamos volver las imágenes que se han ido repitiendo a lo largo de estos días.

Pelea en el derbi del Henares

El CD San Fernando y la RSD Alcalá disputaban el duelo correspondiente al Grupo VII de la Tercera División. El San Fernando, local, derrotó por 2-1 a los visitantes con un penalti señalado por el colegiado en el último minuto que les permitió aferrarse aún más a la salvación y, por el contrario, alejó a sus rivales de los playoffs de ascenso.

Con el partido ya acabado, los aficionados del Alcalá se agarraron a las vallas que separan el túnel de vestuarios para insultar a un jugador local. Fue entonces cuando comenzó la trifulca. Tanto ultras como jugadores y familiares se enzarzaron entre ellos en una pelea masiva en la que unos buscaban separar y otros deseaban acabar.

Puñetazo a un árbitro

En la Segunda División B de fútbol sala, el partido entre el Barceloneta y el Olímpyc Floresta, del Grupo 3, también dejó un episodio lamentable. Después de que el colegiado pitara una falta, un futbolista fue a protestar la decisión del juez y le propinó un puñetazo que le mandó al suelo violentamente. El protagonista se marchó directamente al vestuario mientras el árbitro era atendido.

Los propios espectadores de la grada vaticinaban lo que iba a ocurrir: “le va a dar, le va a dar”. Incluso, desde algunos sectores se escucharon risas y mofas: “Vaya galleta”.

¿Quién pone los límites?

Es evidente que el brazo de las federaciones debe alargarse más allá de los despachos. Sin embargo, en estos aspectos no se puede pedir a las organizaciones que se trabaje sobre la conducta de los jugadores. Es decir, si ya se están impartiendo unos valores basados en el respeto y el compañerismo, ¿por qué sigue ocurriendo todo esto?

Gran parte de la responsabilidad reside también en la educación personal de los futbolistas y en la línea que marcan los clubes donde militan. Aunque siempre se pida jugar con los cinco sentidos y estar enchufado en un partido, no se puede tolerar que esa motivación desemboque en una pelea multitudinaria o una agresión.

Dejando de un lado las sanciones que se asignen, son sobre todo los clubes los que saben qué espectadores pueden entrar a un terreno de juego y, más importante aún, los entrenadores y compañeros los que también deben involucrarse por aprender los valores básicos del deporte que trascienden lo táctico y deportivo.