Brasil, como muchos países de su entorno, vivió una época en la que la democracia brilló por su ausencia. Las libertades de los brasileños se vieron coartadas por el triunfo de un golpe militar contra el presidente Joao Goulart en 1964. Gracias al apoyo de los principales periódicos, gran parte del empresariado y la Iglesia, la dictadura se instauró en el país carioca. Todo esto no habría sido posible sin la ayuda de EEUU ya que a través de la Operación Brother Sam financiaron y ayudaron militarmente a los golpistas porque el gobierno democrático no entraba dentro de sus planes. Un ejemplo más de la injerencia estadounidense y su apoyo a sangrientas dictaduras que sembraron terror y muerte en Latinoamérica durante la Guerra Fría en la llamada 'Operación Cóndor'. Era 1964 y la dictadura se alargaría hasta 1985.

A principios de los años 80, en pleno auge dictatorial, en la ciudad de Sao Paulo jugaba un jugador esbelto, elegante, con pelo rizado e inquietudes inusuales en un futbolista. Su club era el Corinthians, llevaba el número 8 y se llamaba Paulo Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira, más conocido como Sócrates. Su barba y su pelo le daban un halo de vagabundo, de trotamundos. Un carisma especial para un futbolista especial. Con una formación académica impropia en los futbolistas ya que consiguió licenciarse en medicina, de ahí su mote de “El Doctor”, lideró un movimiento político a través del fútbol que llegó a trascender más allá de lo meramente deportivo.

La 'Democracia Corinthiana'

Sócrates fue el artífice de lo que la historia se ha encargado de nombrar como 'Democracia Corinthiana'. No es más que un proceso histórico en el fútbol brasileño, basado en el cambio de los derechos laborales de los futbolistas con sus respectivos equipos. Sócrates lo relata así: “Abolimos el proceso que existía en el fútbol, donde los dirigentes impedían que los jugadores se hicieran adultos. Al inicio hubo ansiedad en mis compañeros, pero no estaban acostumbrados a expresarse, a decidir. Pero fueron aprendiendo y se prepararon para enfrentar su profesión y su vida”. Cada una de las decisiones del club se decidían conjuntamente. Sueldos, primas, publicidad y reparto de los derechos televisivos. Cada voto valía lo mismo. Todas las piezas del organismo estaban equiparadas consiguiendo algo inusual en un deporte tan individualista como el fútbol. La 'Democracia Corinthiana' era una metáfora de lo que deseaba el país. Así ganaron una Liga, un premio convertido en símbolo de lucha. “Cuando entrábamos a la cancha, invertíamos en mucho mas que en un simple partido. Luchábamos por la libertad en nuestro país”, afirmó el centrocampista.

Socrates pidió el voto para cada una de las decisiones que se tomaran en su club. Pero también lo hizo para su pueblo. Exigió que cada uno de los brasileños eligieran a sus gobernantes. Sin embargo, como en todo proceso utópico, la realidad es una dura pared en la que golpearse. Se frenó la 'Democracia Corinthiana' como muchos otros movimientos revolucionarios. Pero nos dejó ese legado que nos dejan este tipo de causas. Pérdida del miedo, esperanza por una mejoría y un paradigma de cómo actuar con dignidad y fortaleza ante la injusticia.

En cuanto a Sócrates, le ocurrió lo que muchas veces le ocurre a personas generosas pero a la vez autodestructivas. Generoso con el prójimo, pero no consigo mismo. Autodestrucción a base de alcohol para que finalmente, por culpa de una cirrosis se despidiera de todos nosotros en 2011. En 1985 cayó un oscuro régimen y dio paso a una supuesta democracia para unos brasileños que no pudieron votar hasta 1989. “Jugué los mundiales del 82 y del 86 en una maravillosa selección. Conocí el calcio en la Fiorentina. Fui técnico. Sigo siendo médico. Escribo crónicas para un diario deportivo y poemas que ponemos en canciones con amigos músicos. Pero esa fue la época mas exultante de mi vida. Dos años y medio que valen por 40 de felicidad”. También dijo que se moriría un domingo viendo a su equipo y así lo hizo. Su legado nos llevará irremediablemente a aquellos días, en los que, hastiado de la sociedad que le rodeaba pasó de asistir precisos balones a sus compañeros a asistir democracia.