Mucho se ha dicho, y más en Semana Santa, sobre las reliquias, por lo general pocas cosas buenas: que si son todas falsas, que si no tienen valor arqueológico, que si se sumasen las astillas de la cruz de Cristo se podría cargar una carreta... pero poco se ha puesto en valor lo ingenioso y pionero de todos estos cachivaches.
 
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Lignum Crucis del municipio de Mondéjar. Fotografía del autor.

Desde luego que hay muchas que son falsas, ahora bien…  aunque fuesen auténticas ya me contarán ustedes el valor piadoso que tienen reliquias como las migas de la última cena... 

Si dejamos de ver estos objetos como elementos sobrenaturales (recordemos que hay reliquias que propician lluvias, brillan en la oscuridad, o que atacan a ciertas personas…) descubriremos que tienen una faceta más interesante e incluso divertida, pues aunque hoy nos puedan resultar disparates en su día fueron aclamadas y reverenciadas y es que si lo pensamos fríamente… tampoco se diferencia tanto del fenómenos actuales.

Nos puede resultar muy risible que en Italia estuviese la cola del burro con el que entró Jesucristo en Jerusalén, pero cuando pensamos que el pasado mes de enero se subastó un Ferrari 458 con el valor añadido de haber sido de Justin Bieber… nos daremos cuenta de que tampoco hemos cambiado tanto.

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           No hay pieza de la pasión que no esté convertida en reliquia, en este caso el famoso INRI
Cuando en el año pasado se presentó en la feria de Arco una obra de arte conceptual consistente en un vaso a medio llenar uno podría pensar que su autor había sido enormemente innovador, pero ¿qué pasa si lo comparamos con todos los debates que ha planteado durante siglos un vaso vacío como es el Grial?

De hecho, si alguien duda que las reliquias son también el germen del arte conceptual que revise inventarios donde encontrará, el último suspiro de San José, o incluso un rayo de la estrella del portal de belén conservado en un tarro hoy día en poder del Vaticano.

A esto se le suma el hecho de que si fuesen auténticas… necesariamente hubo alguien que se preocupó en buscarlas, con la dificultad que supone por ejemplo buscar después de la destrucción de Jerusalén la piedra con la que se tropezó Jesucristo de camino al Calvario. Existe otra opción, y es que un personaje anónimo y coetáneo de Jesús fuese recopilando objetos que nadie daba valor en ese momento, dejando por poner un caso el lugar de la última cena, sin el mantel, sin una silla, sin un plato, sin un salero y sin las tantas copas que dicen ser el auténtico grial.

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Los Olivos donde prendieron a Jesús, han sido capaces de soportar guerras, cruzadas, saqueos y destrucciones conservándose así de hermosos hasta la actualidad.Evidentemente en un mundo donde la demanda era mayor que la oferta, fue necesario poner en marcha la imaginación apareciendo reliquias verdaderamente disparatadas como los restos del gallo que cantó tres veces después de que San Pedro negase a Cristo, la tajada de pan que mojó Jesucristo en la última cena para señalar a Judas e incluso cosas tan inauditas como lentejas de aquel convite.

Si aún quedan dudas de lo pionero que ha sido el fenómeno de las reliquias pensemos en porqué hay tantos clavos de Cristo y leamos después la auténtica, es decir el documento oficial que acompaña a toda reliquia que se preste y veremos cómo en la mayoría de clavos se dice:

(…) este clavo de hierro que va atado con una cinta de seda encarnada y avalada con nuestro sello (damos fe de) ser reproducción del sagrado clavo que los cistercienses guardan (…)


Si esto no es merchandising que baje Dios y lo vea.

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Una de las copias oficiales de un clavo de Cristo, en este caso en la isla de Malta. Fotografía del autor.