La Iglesia católica ha entrado en el limbo en el que vivía Cristina Moreira, la sacerdote española que celebraba la Eucaristía en un local de La Coruña. Moreira fue ordenada diácono en la ciudad gallega en 2013 por una mujer obispo y ascendió al sacerdocio en 2015 en Florida (Estados Unidos).

Moreira, según cuenta El Mundo, es miembro de la Asociación de Mujeres Sacerdotes Católico Romanas (ARCWP en inglés), colectivo que defiende la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en la Iglesia Católica. Esta organización, en 2002, ordenó a las primeras siete mujeres en el río Danubio. Moreira es la primera sacerdote católica que se conoce, aunque la Iglesia no la reconoce.

La iniciativa ha partido del Arzobispado de Santiago de Compostela, que tras tener constancia de que se reúne con sus fieles de manera periódica en un bajo de La Coruña, ha recordado que su ordenación “es ilícita e inválida”. El Arzobispado no ha criticado sólo a la sacerdote, también a sus fieles porque “celebran válidamente los sacramentos” y “no están en comunión con la Iglesia católica” en un comunicado titulado "Comunicado del Arzobispado de Santiago, sobre las declaraciones de una señora que dice celebrar la Eucaristía en la ciudad de A Coruña".

El Arzobispado también ha recordado que la presidencia de la celebración de los sacramentos “no es un ministerio que Cristo haya entregado a las mujeres. De hecho, citan al papa Juan Pablo II para insistir en que ese debate dentro de la Iglesia se ha descartado porque Cristo, quien instituyó el Sacramento, ordenó que fueran sólo hombres quienes ejercieran ese ministerio.

De hecho, la Diócesis ha colgado en su web la carta apostólica de Juan Pablo II, Ordinatio Sacerdotalis, en la que “explica claramente” que la ordenación de mujeres no será permitida por la Iglesia “no tiene de ninguna manera la facultad” de darle a las mujeres el derecho sacerdotal.

"Esta sentencia debe ser considerada de modo definitivo por todos los fieles de la Iglesia", señala el comunicado, que hace mención a la mujer como “una parte fundamental” en la Iglesia. Pero sin ser sacerdotes, eso sí.