Ha muerto Marcos Ana (1920-2016).

Es de esas muertes que conmueven. Recorrí con él algunas ciudades de España, entre ellas Barcelona, presentando sus memorias Decidme como es un árbol. Siempre conservaré en mi memoria aquellas palabras suyas con las que aludía a las “tantas cosas” que me unían a él. Entre otras, “la lucha por la libertad y la vida”.

Marcos Ana vivió y luchó por esos objetivos hasta ayer. Pero, sobre todo, no podemos olvidar los veintitrés años que permaneció preso en las cárceles franquistas. De ellos, estuvo condenado a muerte cerca de dos años, durante los cuales esperaba cada noche la llamada para ser fusilado.

Desde estas condiciones de vida se expresó así en 1962 en Mathama Ghandi Hall de Londres: “Yo conocí, como tantos compañeros, la pérdida de la libertad, sufrí la tortura, viví al borde de la muerte, cometieron conmigo las más humillantes vejaciones. Podía haberme convertido en una bestia llena de odio. Pero, al contrario, mi experiencia personal me llevó a la conclusión de que nunca sería capaz de ejercer la violencia contra nadie. Precisamente porque la he sufrido. La única venganza a la que yo aspiro es a ver triunfantes un día los nobles ideales por los que he luchado y por los que miles de demócratas y antifranquistas perdieron su vida o su libertad”. ¡Qué ejemplo de dignidad y generosidad!

Desde esta perspectiva vital, decía: “Cuando recobré la libertad no pensaba en el tiempo perdido o arrebatado. Tenía cuarenta y dos años, salía con la juventud intacta, la vida me abrió sus brazos generosamente y la viví con intensidad, como la soñaba en la cárcel”.

Y concluía sus memorias con estos versos de Nazim Hikmet: has de saber morir por los hombres, y, además, por hombres que quizás nunca viste y, además, sin que nadie te obligue a hacerlo, y, además, sabiendo que la cosa más real y bella es vivir.

Marcos, nuestra infinita gratitud por tu vida, tu compromiso revolucionario, tu sufrimiento y tu inmensa alegría de vivir. Siempre perdurarás entre nosotros.