Todo buen culebrón necesita un buen villano. Especialmente si lo que la serie cuenta es una historia familiar de dinero, ambición, poder, lujuria e instintos bajos vestidos con pieles, las joyas más grandes y brillantes y regados con los copazos más caros. El regreso a las pantallas de Dinastía (disponible en Netflix España) y el estreno en La 1 de Traición han recuperado esa figura que hacía más disfrutable todos los tejemanejes de estos culebrones de lujo: la mala malísima.

Porque aquí no estamos hablando de historias de amor entre una chica pobre y un rico heredero; nos referimos a esas soap operas de primetime en Estados Unidos cuyas protagonistas eran familias que se habían forrado con el negocio del petróleo, o del vino, y en las que sus miembros se peleaban hasta la muerte por las más nimias migajas del imperio. Siempre había un hermano que quería ser decente y, por supuesto, una matriarca que estaba licenciada cum laude por la universidad de la vida en maquinaciones, manipulaciones y estratagemas para llevar a cabo sus planes.

Porque estos villanos del culebrón ochentero (que casi es un subgénero en sí mismo) siempre eran mujeres. Con la excepción de ese J.R Ewing sin escrúpulos ni corazón de Dallas, lo más habitual era que siguieran el ejemplo de Bette Davis en sus melodramas de los años 40: que fueran las más listas, y las más malas.

Ana Belén, en un episodio de ‘Traición’. (Fuente: RTVE)

Alexis Carrington puede ser el estándar de estas villanas para las series actuales y, sobre todo, para la nueva Dinastía. Joan Collins creó un personaje icónico que, curiosamente, no apareció en la serie hasta el principio de la segunda temporada. Pero una vez que lo hizo, se la robó delante de sus mismas narices a Linda Evans y John Forsythe. Porque las malas suelen ser lo más popular de estos culebrones. Ellas ponen la salsa y la diversión, el factor “oy-oy-oy” que marca el éxito.

Collins, además, encontró en Alexis Carrington el papel que la hizo famosa, a pesar de llevar trabajando en Hollywood desde los años 50 (es la protagonista femenina de uno de los mejores episodios de la serie original de Star TrekLa ciudad al borde de la eternidad), y algo similar le ocurrió a Jane Wyman cuando cayó en sus manos Angela Channing, la maquiavélica matriarca de Falcon Crest.

Wyman tenía un Oscar a la mejor actriz en su haber por Belinda, en 1949, y en los 40 y los 50 había sido toda una estrella de Hollywood, alguien que había trabajado con Douglas Sirk, Billy Wilder y Alfred Hitchcock, a quien Warner prefería como protagonista de Casablanca, que estuvo casada con Ronald Reagan (cuando éste era todavía actor de, sobre todo, westerns) y que en los 60 fue desapareciendo gradualmente del cine, donde se había hecho conocida por papeles, principalmente, de buena chica.

Curiosamente, el que le dio la inmortalidad, y la sacó de su retiro en 1981, fue el que todo el mundo recuerda de Falcon Crest. Wyman, además, permitió a la serie conseguir pequeñas participaciones de estrellas del Hollywood clásico como Lana Turner, que encontraban en televisión (y en Vacaciones en el mar) el refugio que el cine les había negado. La Channing es una de las malas más recordadas, pero no es la única. Porque estos papeles también sirvieron para lanzar las carreras de actrices entonces desconocidas.

‘Flamingo Road’ fue el lanzamiento de Morgan Fairchild (a la izquierda).

Flamingo Road, sobre una adinerada familia en Florida, fue el descubrimiento no sólo de Mark Harmon (uno de los sex symbol de los 80), sino también de Morgan Fairchild, que durante esa década se convertiría en una de las mayores estrellas televisivas gracias a papeles en Falcon Crest y, sobre todo, las dos primeras miniseries de Norte y Sur. El personaje de Fairchild en Flamingo Road es una de las villanas más icónicas del género, aunque la serie sólo durase 39 episodios. Otro culebrón, este diario, presentó al público a Robin Wright, que en Santa Bárbara, sin embargo, no era la mala. Aún estaba en la serie cuando protagonizó La princesa prometida.

Las villanas no sólo acaban siendo lo más recordado de estas culebrones de primetime, si no que pueden ser, muchas veces, lo que los salve de la cancelación. Que se lo digan a Melrose Place, que pasó de ser un spin-off con poca chispa de Sensación de vivir a convertirse en todo un éxito en cuanto hizo su aparición Amanda Woodward a mitad de la primera temporada. Heather Locklear salvó la serie.

Ah, y Alexis Carrington va a aparecer en la nueva Dinastía. Su intérprete será Nicollette Sheridan, que ya dejó una muestra de lo que es capaz como Edie en Mujeres desesperadas.