Los Hijos de Padilla y el Ángel Exterminador fueron derrotados en el episodio anterior, pero sigue habiendo enemigos del Ministerio, y de Salvador Martí, que quieren vengarse de ellos. Y la última misión de la tercera temporada de El Ministerio del Tiempo va a lidiar justo con uno de ellos, que hizo su primera aparición en el cómic Tiempo al tiempo.

La diferencia es que este villano no quiere destruir el Ministerio de una manera literal, sino que prefiere hacerlo por otra vía, la de su exposición pública. ¿Y cómo pretende conseguirlo? Convirtiéndolo en una serie de televisión en 1966.

Ese punto de partida de Entre dos tiempos, el cierre de la temporada, permite a la serie trufar el episodio de metarreferencias a su propia historia y de guiños a la televisión de la época y, sobre todo, a Chicho Ibáñez Serrador e Historias para no dormir, toda una revolución para la ficción de una TVE que todavía estaba empezando.

Que Ureña (un entregado Luis Larrodera) venda a la cadena su propia El Ministerio del Tiempo es una jugada maquiavélica y bien pensada. Sólo le propone al director general las misiones más “gloriosas”, las que mejor imagen dan de la historia de España, garantizándose así un puesto en la parrilla. Su estratagema deja uno de los mejores guiños del capítulo: la cabecera sesentera de la serie y la presencia de Jaime Blanch, Fernando Guillén y Gemma Cuervo.

Pacino y Alonso, como extras de la otra ‘El Ministerio del Tiempo’. (Fuente: Tamara Arranz (TVE)

Que Pacino y Alonso se infiltren en el rodaje como extras deja que el público, que los ministéricos, vean algunos de los entresijos del plató real de la serie (como esas puertas que no llevan a ninguna parte), y también permite los clásicos comentarios en estas historias de que lo que se representa en pantalla no ocurrió en realidad. Desde luego, Julián y Amelia nunca llegaron al punto al que los lleva la serie de los 60. Y Velázquez parecía más sacado de un cuadro de Rubens.

El lado más humorístico está en esa trama, mientras Lola intenta averiguar quién está detrás de todo trabajando como secretaria del director general. Ahí es donde conoce a un Chicho cuyo nivel de parecido con el verdadero es realmente impresionante. Su presencia es más anecdótica que otra cosa, un pequeño homenaje a su legado en la televisión española, pero ofrece la solución al problema de con qué sustituir El Ministerio del Tiempo cuando el director general descubre otros guiones sobre misiones menos heroicas. Esto podría haber sido la trama de todo el episodio, pero la serie no iba a conformarse sólo con eso en su último capítulo.

El fracaso de Ureña en los 60 impulsa el verdadero hallazgo, la privatización de las puertas del tiempo a través de una agencia de viajes intertemporales llamada Carpe Diem. La crítica a la mentalidad de que todo vale para hacerse rico, y a la costumbre de expoliar el patrimonio español para el beneficio propio, es el armazón de un episodio que retoma el empleo de una distopía que vimos al final de la segunda temporada, y que acaba situando a la codicia como el gran villano de la serie. Los agentes de Darrow, por ejemplo, se movían sólo por ella.

Este tiempo alternativo nos deja ver hasta dónde puede llegar la gente si tiene dinero y cree que, por eso, está por encima del bien y el mal (la cacería de hombres y mujeres en el siglo XIV proviene de Los sabuesos de Zaroff, un relato de Richard Connell versionado múltiples veces en cine y televisión, y también es un poco Westworld), y cómo la mezquindad de Ureña no conoce límites si se está hablando de dinero. Su abuelo empezaría la venganza contra Salvador por motivos personales, pero para su nieto es más una oportunidad de hacerse rico que otra cosa.

El Chicho Ibáñez Serrador de ‘El Ministerio del Tiempo’. (Fuente: Tamara Arranz/TVE)

Lo que sí deja esta distopía es a una Irene con parche y a caballo y una presentación de Carpe Diem muy en la línea de Doctor Who. Y a un Alonso que ha decidido que ya no puede seguir trabajando para el Ministerio. Ha perdido demasiadas cosas en aras de su deber, y ha llegado el momento de que pueda disfrutar de la vida que Ernesto salvó en 1588, cuando iba a ser ejecutado por cobardía.

Entre dos tiempos recupera y homenajea algunos momentos importantes en la historia de la serie y da una vuelta de tuerca al recurso de la distopía: en lugar de un mundo cambiado por completo (como pasaba con Felipe II), lo que sufre el cambio es el propio Ministerio. Y si hubiera una cuarta temporada, el dúo Pacino-Lola puede convertirse perfectamente en su centro. Su peripecia colándose en la sede de TVE para intercambiar los guiones es buena muestra de ello.

El episodio, y la temporada, termina con Alonso corriendo con Elena, empezando esa nueva vida de una manera un poco más feliz que como había arrancado la entrega, con el funeral de Julián. Ha sido una temporada que apostado a lo grande por la trama serializada de la lucha entre las dos sectas, que nos ha recordado que trabajar para el Ministerio tiene sus riesgos y que no se ha cortado a la hora de trazar analogías con la situación actual de España o de homenajear las obras de ficción que más les gustan a sus responsables. El añadido de la joven Lola ha funcionado, además, bastante bien.

Como suelen decir en Los 100, “may we meet again”, que nos volvamos a encontrar, ministéricos.

Notas al margen

  • Una de las metarreferencias más simpáticas quizás sea tener a Luis Larrodera como villano en un episodio en el que aparece Chicho Ibáñez Serrador, pues cuando Un, dos, tres regresó a TVE, en 2004, fue Larrodera el encargado de presentarlo.
  • En el servicio A la carta de la web de RTVE pueden verse buena parte de los capítulos de Historias para no dormir, por si tenéis curiosidad por verlos.

Las notas de Fuera de Series:

En Fuera de Series puntuamos nuestros análisis en una triple escala de 1 a 5, inspirada en la que usa Little White Lies, en función de lo deseosos que estábamos de ver la serie (“Antes”), lo que nos ha parecido viéndola (“Durante”) y las ganas de ver más y de comentarla con más gente tras hacerlo (“Después”)

Antes: 3

Siempre hay mucha expectación y curiosidad por ver qué nuevas aventuras nos trae ‘El Ministerio del Tiempo’, y más con lo que suele tardar TVE en anunciar sus planes para la serie. La anunciada marcha de Rodolfo Sancho aún aumentaba más la curiosidad por ver cómo se sobrepondría la patrulla a su ausencia.

Durante: 3,5

La emisión en La 1 no le ha hecho demasiados favores a la temporada, pero ésta ha mantenido el entretenimiento y hasta ha elevado un poco más la espectacularidad. La emotiva despedida de Amelia fue uno de sus puntos álgidos, aunque eso nos dejó a un Alonso en horas bajas.

Después: 4

Si este es el final definitivo de ‘El Ministerio del Tiempo’, la serie se habrá ido por la puerta grande, sin arredrarse ante posibles complejos de que algunas de sus historias no pueden tocarse.


La tercera temporada de ‘El Ministerio del Tiempo’ estará disponible completa en Netflix.