Vox  se va a convertir en el nuevo argumento del independentismo para justificar la secesión; todo lo contrario de lo que esperan PSOE y Podemos, que confían en que la irrupción de la extrema derecha permita a ERC y PDeCat modificar su oposición a los presupuestos para así consolidar al Gobierno Sánchez. Huir de la barbarie (española) podría ser el nuevo eslogan soberanista, aunque implique insistir en la dudosa idea de que la independencia es posible antes de que lleguen los bárbaros.

El axioma más tradicional del independentismo, heredado del pujolismo, dice así: todos los partidos españoles son iguales, en lo referente a la cuestión catalana. Y ahora, todos son igualmente responsables -salvo Podemos, se supone-, del ascenso de Vox por no haber atajado el a por ellos. Por descontado, ningún portavoz independentista acepta ni la más remota participación por su parte en la creación de un escenario propicio para el resurgir de los viejos demonios; el más culpable de todos, a su juicio es el PSOE, porque se sumó al 155 y ahora no se atreve a liberar a los encarcelados. Los partidos independentistas coinciden en pocas cosas a día de hoy, pero en este análisis, la compenetración es total. Al menos públicamente.

Vicent Partal, editor de VilaWeb, uno de los portales de referencia del independentismo, lo resume en un título muy entendedor, 'O independencia o barbarie'. Marta Vilalta, portavoz de ERC, lo dijo en palabras parecidas, el peligro de la extrema derecha convierte “la independencia en una necesidad” y así todos los dirigentes hasta Torra y Puigdemont.  De tal manera que apoyar los presupuestos y al Gobierno Sánchez no constituye para ellos una operación prioritaria frente a la amenaza de una gran alianza de la derecha y la extrema derecha, porque solo sería “blanquear la represión” del Estado español.

El peligro de la extrema derecha convierte “la independencia en una necesidad”

El independentismo no puede salir de este círculo argumental: represión, injusticia, solidaridad con los presos y todos los partidos (españoles) son iguales, nuestros enemigos. Ni quiere, porque este discurso constituye la única zona de confort en sus delicadas relaciones internas. Por muchas cumbres que se organicen en la sede de Waterloo no consiguen resolver su conflicto esencial: ¿quién fue el responsable del fiasco de la DUI?

Los partidarios de un acercamiento entre Puigdemont y Junqueras no consiguen convencer de momento a los reticentes, aun sabiendo que no habrá estrategia viable sin la validación de ambos. Este es el fondo de las desavenencias. Ni se perdonan, ni olvidan el episodio de la convocatoria frustrada de elecciones que hubiera evitado el pleno de la declaración virtual de independencia, todo lo contrario, se acusan mutuamente de haber propiciado aquel fracaso. Tampoco el legitimismo está dispuesto a olvidar tan fácilmente las sucesivas decisiones del presidente del Parlament, Roger Torrent, impidiendo el cumplimiento de las expectativas de Puigdemont.  

A falta de acuerdos de futuro, solo les quedan los gestos. Y, aun así, las diferencias asoman. El último, la huelga de hambre de los dirigentes presos, a la que hasta ahora solo se han sumado los pertenecientes al PDeCat y Jordi Sánchez, ex presidente de la ANC, e impulsor de la Crida Nacional.  Las cadenas de ayuno popular se sucederán y tal vez los encarcelados de ERC vayan a incorporarse a la huelga de hambre de sus compañeros, como método de presión al Tribunal Constitucional para que resuelva los diversos recursos pendientes que, de ser denegados, les abriría las puertas a la justicia europea.