Vox sí que estuvo en el debate a seis de la pasada noche en RTVE. Vale que no estuviera invitado. Vale que no figurara el nombre de la formación de Santiago Abascal por ningún lado. Pero consiguieron colar a un representante. O al menos así lo pareció. La cabeza de lista del Partido Popular al Congreso de los Diputados por Barcelona, Cayetana Álvarez de Toledo, incendió y enfangó el debate sin aportar idea alguna hasta el punto de que, por momentos, parecía que iba anunciar su dimisión del PP para unirse a la ultraderecha (si es que ya no está en ella). ¡Por la España viva!

Álvarez de Toledo no dominó el debate. No tuvo la batuta. Lo que hizo fue protagonizar los exabruptos suficientes como para acaparar el foco del debate como bien hubiera hecho un candidato de Santiago Abascal.

Comenzó fuerte y dejando claras sus intenciones. El objetivo era entrar en el cuerpo a cuerpo con María Jesús Montero y arremeter contra el malévolo Pedro Sánchez. Denunció que el presidente del Gobierno rehusara un cara a cara con Pablo Casado y, aprovechándose de la paciencia de Xabier Fortes, el moderador, se pasó del minuto inicial para espetar: “Señor Sánchez, usted no es una persona decente”.

El debate fue bronco. No por el número de veces en el que los asistentes se enzarzaron en discusiones, sino por la cantidad de interrupciones de Álvarez de Toledo. Candidato que hablaba, candidato que era atropellado por la dirigente popular. Contaba el tiempo de la persona que estaba en el uso de la palabra que, daba igual quien fuera, si Irene Montero, Gabriel Rufián, María Jesús Montero o Aitor Esteban (Inés Arrimadas no tanto), tenía que hablar por encima de ella. Así, el reloj corría tanto para ellos como para Cayetana Álvarez de Toledo, que buena parte sus intervenciones lo dedicó a intentar pisotear el argumentario ajeno con interrupciones más propias de la barra de un bar que de un debate electoral en la cadena pública.

De hecho, protagonizó el momento más tenso del debate, cuando amenazó a la número dos de Podemos con una querella por insinuar que ella había justificado las violaciones. Y es que, Álvarez de Toledo pregunto: “¿Un silencio es un no? ¿De verdad van diciendo ustedes sí, sí, sí hasta el final?".

Todos los allí presentes, salvo Arrimadas que ni se inmutó, le reprocharon sus, cuando menos, desafortunadas palabras. “Revísatelo, Cayetana. Trasciende las siglas esto”, le dijo Gabriel Rufián.

Y claro, el reloj corría. Entre exabruptos, interrupciones y reproches al PSOE, a Cayetana Álvarez de Toledo no le dio tiempo más que para exponer -sin éxito- una parte de la propuesta de política fiscal de su partido.

Atrás quedó el debate sobre número de Mariano Rajoy, sobre Derecho de Soraya Sáenz de Santamaría o sobre cumplimientos de déficit de Cristóbal Montoro. ¿Recuerdan cuando las preguntas de algunos periodistas le sacaron los colores a Abascal en un evento porque preguntaron sobre medidas fiscales o política internacional y éste admitió que ‘no lo había pensado’ y siguió bramando ‘viva España’? Pues eso fue anoche Álvarez de Toledo. Álvarez de Toledo era Vox.