A partir de que mi país se convirtiera en el plato fuerte de los noticieros internacionales, no había querido opinar del tema en las redes sociales como tampoco escribir un artículo en los medios donde colaboro. He querido ser responsable con el espacio de influencia que pueda ejercer así sea en un solo lector. He querido evitar alimentar el espacio de odio que con tanto afán e irresponsabilidad tantos sectores incentivan. Sin embargo, decidí escribir esta opinión aún a riesgo de ser señalado por cualquier sector ciego de poder. El motivo ha sido leer opiniones de “intelectuales” llamando a la intervención militar en Venezuela. Señores, ¿qué les pasa? ¿Es que acaso pueden querer un país al mismo tiempo que le desean un terrible baño de sangre? ¿O acaso les parece comprometido invocar la muerte de otros desde la distancia?

El pensamiento binario es una lógica que envenena cualquier respuesta. Blanco o negro; bueno o malo; izquierda o derecha; hombre o mujer. En cada uno de los factores hay mucho del todo. El tercer espacio del pensamiento nos despeja la mirada.

Nicolás Maduro es cualquier cosa menos un líder de izquierda

No tengo ningún problema en admitir que Nicolás Maduro es cualquier cosa menos un líder de izquierda. Que ninguna persona que se considere progresista, en pensamiento y actitud, tiene argumento válido para defender el gobierno ni las acciones que éste ejerce para mantenerse. Que la izquierda debería ser la primera fuerza interesada en que nunca más “políticos” como Maduro la representen. Que ya no basta con cuestionar la realidad sino que hay que aportar argumentos sólidos para contradecirla y cambiarla. Y que es mucho de lo que carece Maduro para ser líder de cualquier movimiento progresista.

Maduro, Cabello y otros son consecuencias de nefastos desgobiernos del pasado como Carlos Andrés Pérez, Luis Herrera Campins y Jaime Lusinchi, entre otros

Pero tampoco tengo problemas en reconocer que los principales líderes de la oposición no tan demócratas como dicen los grandes medios de información. Que Venezuela siempre ha sido un estado corrupto en deterioro, que Maduro, Cabello y otros son consecuencias de nefastos desgobiernos del pasado como Carlos Andrés Pérez, Luis Herrera Campins y Jaime Lusinchi, entre otros. Que Venezuela siempre ha sido un país de grupos controladores de las distintas formas de poder. Que desde la economía hasta la cultura han sido manejadas por clanes que han pretendido ejercer de artistas desde las oficinas donde se suponen harían de coordinadores de los bienes de todos. Que la Venezuela del petróleo, las misses y las telenovelas solo eran parte del maquillaje de “bienestar” que nos creímos. Que los medios de comunicación y las instituciones culturales, antes y ahora, han estado secuestradas para favorecer a los siempre cercanos amigos. Eso es algo de lo que no siempre se dice de la Venezuela que unos pretenden destruir con tal de mantenerse en el poder y otros para reconstruir un pasado que maquillaba el polvo que había en el escenario.

Se habla de muertos en Venezuela como si de una rentabilidad se tratara

Desde la distancia, que me di por elección, observo que Venezuela se ha convertido en el centro de las apuestas de buena parte de los opinadores del planeta. Unos pujan por Maduro y otros por la oposición. Se habla de muertos como si de una rentabilidad se tratara. Como si en pleno siglo XXI la ideología fuese más importante que la vida humana. Y como si se tratara de una guerra, cada grupo cuenta solo sus bajas. He aquí cuando me gustaría dirigirme a los venezolanos de adentro, a los que padecen el segundo a segundo de esta tragedia nacional que tiene muchas historias. ¿Verdad que es cuanto menos grosero que desde afuera alguien venga a pedir la intervención militar de país alguno? ¿Verdad que es ultrajante que desde el mundo nos den tantas recetas y nosotros no estemos siendo capaces de crear la nuestra? Aún hay tiempo de estudiar la situación de Siria y lo que se pretende con Venezuela. No seamos ciegos, seamos capaces de entender que los enfrentamientos internos solo favorecen a quienes a nivel global pretenden administrarnos la vida. 

Unos dirán que me he vendido a España, otros que en el fondo soy amable con Maduro

Ya sé que ante este escrito unos dirán que me he vendido a España, otros que en el fondo soy amable con Maduro. Mi única respuesta, para unos y otros, es que el pensamiento binario dificulta cualquier posibilidad de entendimiento. Nadie tiene derecho a colocar a Venezuela en el centro de sus apuestas. Venezuela no le pertenece a Nicolás Maduro ni a Diosdado Cabello, como tampoco le pertenece a quienes claman una intervención internacional. ¿Verdad que es fácil, desde la comodidad de sus pantuflas de intelectual complicado, apostar a la guerra desde la distancia y luego dejar correr una lágrima en nombre de un pueblo?