Humillación, vergüenza, impotencia es lo que sentí el lunes pasado cuando vi la imagen de más de cien ciudadanos de Pakistán y Bangladesh, acompañados cada uno por un funcionario de Frontex, abandonando por la fuerza Europa.

Había llegado el momento de su deportación a Turquía, un país que no respeta los derechos humanos pero que a cambio de miles de millones de euros está dispuesto a hacer el trabajo sucio de Europa.

Y así comenzó la devolución. Por cada migrante, un funcionario de Frontex (el organismo que supuestamente vigila las fronteras de la UE), todos ellos protegidos con mascarillas y guantes de latex.

Y eso le lleva a una servidora a pensar que, desde que comenzó la crisis de los refugiados, ni en Lesbos, ni en Atenas, ni Idomeni, ni en ninguna parte aparecieron funcionarios europeos para repartir comida, mantas, ni siquiera esos señores de Frontex para evitar que los que cruzaban el Egeo en pateras, se ahogasen. Ahí nunca estaban.

Para salvar en alta mar estaban los bomberos de Sevilla, de Euskadi o los catalanes de Proactiva.

Y de repente Grecia se ha llenado de funcionarios europeos dispuestos a llevar a todas aquellas personas que huyen del infierno a otro similar.

No se han atrevido a comenzar las devoluciones con sirios y lo hacen con pakistanís, como si fuesen migrantes de tercera. Por si no lo sabían los líderes europeos, muchos ciudadanos de Pakistán tienen que huir de su país porque son perseguidos, porque no hay una democracia y hay además terrorismo. ¿Les parecen pocos motivos? No nos olvidemos que los talibanes fueron educados y adiestrados en sus tierras.

Motivos para huir los tienen todos: sirios, pakistanís, afganos o eritreos. Todos huyen de la muerte ya sean  rubios, negros, con ojos verdes o marrones.

¿Entonces? ¿Por qué clasificarlos? Porque los sirios tienen muchos de ellos estudios superiores o porque tienen algunos la tez más blanca.

En cualquier caso, tras ver las imágenes de las deportaciones siento miedo de vivir en una sociedad tan insensible, tan injusta, tan endemoniadamente voraz con los seres humanos.